Estamos en periodo estival, las
mentes hacen planes para las cercanas vacaciones, empiezan las rotaciones del
personal en las empresas, la alegría de vivir el mes de permiso anual para
aquellos que tengan la suerte de poder disfrutarlo de un modo continuado. Se
viaja más, se producen más desplazamientos por carretera, mar o aire.
Algunos aprovechan para volver a
su tierra natal, porque trabajan fuera de ella e incluso en un país distinto al
suyo. La alegría de volver a ver a la familia en esa cuenta atrás de treinta
días, o como ahora fijan muchas empresas: veintidós días laborales.
De cualquier modo es un momento idóneo
para levantarse temprano y aprovechar el fresco de la mañana, para caminar,
sentarse en algún lugar exterior, que desde bien temprano hay luz suficiente
para leer mientras escucha el canto de los pájaros. Es un momento especial del
día, se puede respirar sin la angustia de las altas temperaturas ni el pegajoso
sudor que se sufre el resto del día.
En este tiempo de vacaciones
tenemos una menor preocupación, estamos descargados de la que nos produce la
responsabilidad del trabajo, no tenemos tampoco la obligación de levantarnos a
las órdenes del despertador dichoso. Podemos alargar un poco más la estancia en
la cama, aunque esto va con cada uno, yo prefiero, como dije antes, levantarme
temprano pasear con mi cámara fotográfica y tomar imágenes del sitio donde
esté, disfruto de ello. Si me he quedado en casa, prefiero sentarme temprano a
escribir como hago casi a diario, o a leer algunas de las lecturas “vivas”, que
son las que más me gustan.
Cada cual que aproveche su tiempo
en aquello que mejor le apetezca, que interiorice, que crezca, que haga de esos
días algo maravilloso para sí, para los suyos y para todas aquellas personas
con las que se relacione. Porque cualquier momento es la oportunidad para
seguir adelante en nuestra tarea de evolucionar, comprender, aprender, y amar.
Todo lleva una enseñanza inmersa en sí mismo, con independencia de la situación
de que se trate, por eso mantengamos los ojos bien abiertos.
Soy como el dicho: “Y venga la
burra al trigo”, es como haga lo que haga, hable de lo hable, siempre caigo en
lo mismo, siempre me sitúo en mi corazón y largo desde ahí. No lo puedo remediar,
apenas me dejo llevar, ya soy uno con él.
Un día entendí la importancia de actuar desde el corazón, porque es el
centro desde donde parte todo el amor que soy, y desde donde estoy más próximo
a los demás. Es desde donde más me importa la humanidad, su evolución y su
sabiduría. Es desde donde me siento más vivo y por tanto en sintonía con la vida.
La vida somos lo que somos todos los seres vivos, somos la energía que nos
tiene conectados los unos con los otros,
aunque muchos no lo comprendamos, no lo veamos, y nos cueste entenderlo.
Será época de vacaciones, pero
nosotros no podemos dejar de ser quienes somos en el fondo, algo que no podemos
olvidar. Muchos confunden esto cuando dicen yo soy así, y no voy a cambiar.
Además añaden con orgullo: esto es lo que hay si lo quieres bien, y si no también.
Creo que hay un error de fondo,
pues las experiencias vividas nos sirven para vernos y modelarnos, para
evolucionar y perfeccionarnos, no para adquirir un modelo prestado y
reproducirlo. Nosotros somos seres auténticos, inteligentes, y seres de amor, y
es inevitable el cambio, la evolución. Lo que hace que no seamos el mismo
mañana. Darse cuenta del modelo adquirido que estamos reproduciendo se hace difícil,
y por ello se ha de estar atento porque es fácil mantener el modelo de algunos
de nuestros ancestros. Ellos son ellos, y nosotros no somos ellos, debemos
tener nuestros propios patrones de comportamiento, debido a que nuestros
conocimientos y experiencias seguramente diferirán de las suyas.
Buenas, provechosas y sabias
vacaciones les deseo a todos.
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