Ayer a las
20,30 h en una acto simbólico de cuidar al Planeta se apagaron las luces, y el
Planeta se preguntará: ¿Qué hacen estos hipócritas que se llevan los 365 días
del año asfixiándome con: los humos de sus vehículos y de las chimeneas de sus
fábricas, la desforestación masiva, los vertidos incontrolados de todo tipo de
materiales y sustancias nocivas, tóxicas y ajenas a la composición del medio
ambiente?, ¿Qué hacen estos descerebrados que me matan a mí, y con ello se
aseguran su extinción como humanidad?
¿Para qué
sirve manifestarse un día cuando se está contaminando todos los días del año?
Se contamina el aire, la tierra, las aguas y se derrocha energía, todos los
días. Lamentablemente, el Organismo Mundial de la Salud, dice lo que le
interesa y le dejan decir. Del mismo modo actúan el resto de Organizaciones,
Gobiernos, etc., nadie habla claro de la situación real de insalubridad
existente en el Planeta, gracias a: la adulteración de los alimentos, la contaminación
del aire que respiramos, la radioactividad, las ondas electromagnéticas, las
emisiones de microondas de la telefonía móvil por ejemplo, aunque también se
utiliza para mandar señales inalámbricamente a cierta distancia, ahora lo hacen
todos nuestros contadores eléctricos digitales. Nuestra salud se reciente, pero
lo hace progresivamente y poco a poco. Nuestras defensas pelean contra todo, y
nos adaptamos al ataque masivo de cuerpos y energías extrañas, aunque muchas
veces padezcamos graves dolencias.
El progreso se
ha impuesto, vino para quedarse, pero no se ha exigido la no producción de
vertidos al medio, la no toxicidad de los alimentos, del aire, de la tierra o
de las aguas. Como sucede casi siempre, el negocio, el dinero, los beneficios,
han prevalecido al bien de todos, a la salud de las personas, o al no deterioro
del Planeta. Por eso, el acto simbólico de apagar las luces tiene mucha guasa,
carece de sentido en sí mismo, es el claro ejemplo: “A Dios rogando y con el
mazo dando”. ¡Planeta te quiero mucho, pero te estoy matando! El progreso no
puede significar que no se pueda poner freno a ciertos avances, si las
repercusiones para la humanidad serán nefastas. Vivimos en una sociedad en la
que imperan las órdenes de los poderosos, aunque estas sean peligrosamente
descabelladas. Eso es lo que se ha de hacer si ellos así lo quieren, porque en
ello les van sus dineros y sus futuros beneficios. Así se ha movido y se mueve
la sociedad del capitalismo, pues ya ha quedado, manifiestamente transparente,
que los que quieren hacer negocios no tienen piedad alguna. Si hay que
bombardear una ciudad o un país para posteriormente ofrecerse a construirlo, lo
harán. Si hay que retardar la puesta de largo del vehículo eléctrico, por orden
de los productores de petróleo, se hará hasta que el aire sea crudo gasificado,
que nos alquitrane y nos inunde de plomo los pulmones. Si se tiene que seguir
permitiendo a las factorías que viertan productos
tóxicos a los ríos, a la tierra o al aire, quizás a todos a la vez, se hará
hasta que muramos como chinches. Les da lo mismo, solo piensan en producir más,
en ser más competitivos que sus rivales, y vender más que nadie. Mientras eso
sucede, cada minuto siguen los vertidos sin que ninguna Administración exija un
filtrado serio, unos equipos de purificación adecuados, o en su defecto, el
cierre de la fábrica. Siempre está el hándicap del desempleo, con el que tanto
juegan todos: los empresarios y los gobernantes. En esos casos, no estaría nada
mal la expropiación industrial, para aquellos que siendo advertidos y sancionados,
continúan con su perversión hacia la vida y hacia el Planeta. Se podría hacer
mucho más en materia de conservación del Planeta, pero no hay voluntad de
hacerlo por parte de la Administración, es preferible apagar las luces una
hora, un día del año, ¡ya tenemos salvado el Planeta!
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