Ayer dijeron
algo del cambio de la hora, y supongo que con eso ya están arreglados todos los
problemas que tiene España y sufren los españoles. Me toca… allí, lo del cambio
de hora. Un Gobierno en funciones que no asume responsabilidades de
investidura, que no pasa a su Partido por la acción del Milagrito, a ver si se
blanquea, se limpia y se desinfecta, pero que sí impone esta manipulación
colectiva del cambio horario.
Me fastidia,
sí…, me molesta que se juegue con la gente. No me gustan las normas
autoritarias cuando han dilapidado tanto dinero público. No hay justificación para
cambiar el paso a todo el pueblo. No se tiene autoridad moral para exigir que
la vida de los demás no vaya con la luz del día. Me parece una auténtica tontería
lo del cambio horario…, sí, lo critico.
Al final
después de tanta queja no me queda otra que asumirlo y darle vueltas a las
manillas del reloj, porque de otro modo, y aunque estaría dispuesto a no
hacerlo, llegaría a todos sitios tarde o temprano, aún no lo sé, pues ni me
enteré de lo que debemos hacer, ni me interesó de momento, ni me paré a
pensarlo. Es evidente, que cuando un sistema no te aporta lo suficiente y no te
llena, difícilmente te hace sentir un defensor de él, sino más bien un opositor
del régimen establecido. Mientras estemos gobernados por personas dirigidas por
los poderes ocultos, interesados en sus negocios y no centrado en los problemas
de los ciudadanos; me es irremediable sentirme anti sistema, tendente a un
cierto anarquismo.
Ya sé que
gobernar no es una tarea fácil, y quizás nada agradable, pues conseguir el
aprobado de todos es tarea imposible. Somos muchos millones de personas
pensando de un modo diferente, y contentar a todos puede ser una utopía, pero
la falta de carácter y personalidad, venderse al mejor postor, someterse en
silencio y a espaldas de los ciudadanos sin denunciar lo que sucede ahí con las
hordas de poder, es denigrante. Esto lo vienen haciendo todos los Gobiernos,
ofreciendo unas medidas, unas expectativas, y adoptando aquellas que le dicen
son las que tocan imponer. Para eso están los grupos inversores, los
productores de petróleo, los banqueros y los potentes empresarios, para marcar
el paso: “¡recortes… ar!” Votemos a quienes votemos, gastamos muchos millones
en elecciones, vivimos unos momentos de falsas ilusiones, y gobiernan los de
siempre, los que están entre bambalinas.
¿Hasta cuándo
va a durar esta función teatral?, ahora todos unidos contra el yihadismo, todos
sacando pecho, etc., pero ¿quiénes siguen suministrando armas a la zona en
conflicto?, ¿quiénes se siguen forrando con las ventas y sus comisiones?,
¿entonces, de qué están hablando? Todos acusan de que algunos, en su vida ajena
a la política, cobren de Irán, al que tachan de un país que cuelga a los
homosexuales o lapidan a las mujeres, pero esos mismos que dicen eso, no acusan
al Gobierno español de hacer negocios con Arabia Saudí, que tiene el mismo comportamiento
radical y dictatorial, anulador de los derechos de las mujeres. ¡Venga ya! ¿De
qué estamos hablando? Sé que lo sabéis, pero hay que decirlo una vez más: “Vivimos
en una gran mentira social y política, por la que tenemos que tragar por
cojones”.
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