Harto, como
creo que estamos todos, de este periodo de pactos entre los partidos políticos elegidos
en las urnas en las pasadas elecciones del 20 de Diciembre, sigo pensando en
posibles formas de solucionar esta situación de inmovilismo, ante de vernos abocados
a la celebración de nuevas elecciones. Se me ocurre otra manera, parecida a
otras que ya he expuestos anteriormente, pero con un matiz diferente. Diré como
siempre, el pueblo ya ha hablado, y la forma más democrática y respetuosa con
la decisión de los votantes podría ser la siguiente: Se leen las propuestas de
los programas que se presentaron a las pasadas elecciones, comenzando por el
partido más votado, y terminando por el que menos escaños obtuvo. Cada una de
las propuestas se somete a votación de los 350 Diputados de la Cámara, debiendo
votarse no por confrontación ideológica, sino por convencimiento o no de su
beneficio para la ciudadanía. Se aplica una votación electrónica: “SÍ”, “NO”, “Abstención”,
y los resultados de las votaciones sobre todas las propuestas de todos los
partidos arrojará el programa de Gobierno definitivo que se habría de llevar a
cabo. ¿Hay algo más democrático que lo que acabo de exponer?
No todas las
buenas ideas pueden venir de los partidos mayoritarios, es muy posible que haya
propuestas, realmente buenas, provenientes de los menos votados y, por
supuesto, habrá mucho aprovechable del resto. Todos se sentirán representados
en las políticas y medidas a llevar a cabo, y se debe poder gobernar sin
problemas, pues son medidas votadas por todos, por los 350 Diputados de la
Cámara.
De cualquier
forma, como todos sabemos, existe cierto desequilibrio porque el valor de los
votos para unos y otros no es el mismo. La actual Ley favorece a los partidos
más fuertes, a los que cuesta menos votos cada Diputado, o sea, partimos de una
base un tanto injusta, pero como los comicios se celebraron bajo esa Ley, no es
momento de seguir bronqueando o buscando excusas para no reunirse y pactar. Así
que hay tienen otra forma de poder conformar “el qué o el para qué”, al que
tanto se han referido los unos y los otros; otro tema será: “quiénes”, el
reparto de asientos, que no tendrá tanta importancia cuando sean los que sean
se vean obligados a seguir el programa confeccionado en conjunto por el método
explicado anteriormente.
Ideas hay,
formas de hacer cosas diferentes existen, a cualquiera se les puede ocurrir,
claro está, menos a los que pretenden alcanzar los sillones, que se llevan todo
el día rivalizando y confrontando siglas y colores. Desde mi manera de ver el
asunto, todos están tirando miserablemente el tiempo a pesar de que, seguro, no
han dejado de llevarse los cuatro mil euros cada mes. Así es muy difícil creer
en esta gente, ni rojos, ni amarillos, ni verdes, ni azules, etc., es
imposible, se aferran a un sistema estancado, rígido y obsoleto, que permite
estas graves perdidas de tiempo y dinero, pero no así el entendimiento.
Lo que expongo
no es hacer la revolución, ni poner de moda la guillotina, es algo que usando
un poco la cabeza se le puede ocurrir a cualquiera que se interesa por buscar
soluciones a un problema, ante el que nuestros políticos, entretenidos en su
lucha particular de siglas y colores, no dialogan ni debaten. Es algo normal y
de sentido común, que cuenta con todos y no ignora a nadie, porque los
programas de sus representantes van a tener el mismo peso, siendo sus
propuestas revalidadas, o no, en función de las votaciones, el interés de que
los ciudadanos y ciudadanas nos beneficiemos, etc. ¡El sistema es pobre, la
mente de nuestros políticos miserable!
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