La declaración
de la Infanta Cristina, para mí, entra en la prensa rosa por ser el personaje
que es, pero no obstante, se juzga un caso de corrupción. Para empezar dijo que
no contestaría más que las preguntas de su abogado, por tanto, asistimos a un
teatrillo pactado, en el que la Infanta bien aleccionada por aquel, contesta lo
que sabe debe decir.
La Infanta,
socia al cincuenta por ciento de una sociedad, por tanto, ha de firmar los
documentos correspondientes que por ley se les ponga por delante. Formada como
está, siendo directora de una fundación de Caixa, no sabía lo que firmaba ni la
responsabilidad de hacerlo. Como poco, parece un acto increíble, tratándose de una
persona preparada, universitaria, y que entiende lo que firma.
Las firmas
estampadas en los documentos no pueden quedar sin efectos cuando alguien, para
defenderse ante unas acusaciones, dice haber firmado por amor, por confianza
hacia su marido y cosas así. La ley es la ley, y ha de ser igual para todos. ¿Se
tendría tanta consideración o benevolencia si se tratase de un total
desconocido? ¿Le valdrían, para librarse de las penas, los mismos flacos
argumentos? A la Infanta, parece que le han valido, por el momento, solo
veinticuatro minutos de banquillo para descargarse de responsabilidades en el
caso que se juzga.
Los gastos
cometidos con la tarjeta de la empresa, que la Infanta tiene a medias con su
marido, muchas veces fueron compras o servicios personales o particulares, que
nada o poco tenían que ver con la gestión o necesidades de la empresa. Algunos
de ellos apuntaban directamente a la Infanta, como los gastos en peluquería.
Sin embargo, Iñaki dice que él custodiaba la tarjeta de crédito, y que la
Infanta ni siquiera conocía la clave para usarla. ¿Cómo se produjeron dichos
gastos particulares y femeninos?
En general,
los inculpados han llegado a un acuerdo entre ellos, y el giro que han tomado las
declaraciones es culpar a la Casa Real, a los asesores de la misma, o al
abogado del Rey. De esta forma se descargan ellos de responsabilidades, echan
balones afuera, como coloquialmente se suele decir, y tratan de hacer ver que
ni el Sr. Torres, ni el Sr. Urdangarín, ni las esposas respectivas, han hecho
nada mal, pues estaban asesorados además de por los citados anteriormente, por
un alto cargo de Hacienda, que también ha salido a la palestra de culpables
colaterales.
Por lo demás,
ya sabemos que una gran defensa es contestar: no lo sé, no lo recuerdo, esa no
era tarea mía, o a eso no voy a contestar. Lo que todo recordamos de ver en las
películas es aquello de: “¿Jura usted decir la verdad, toda la verdad y nada
más que la verdad?”, pero en la realidad sabemos que la ley te deja el atajo,
que más que atajo es una autopista para la mentira o el engaño. La ley permite
que el presunto culpable se pueda negar a declarar, e incluso que pueda mentir
para defenderse o salvarse. Así está el patio, y estos del caso No’os traen la
lección bien aprendida, se han forrado con dinero público, a veces,
presuntamente, sin hacer nada, pero ellos no saben nada del asunto, no
recuerdan otra parte, y la que recuerdan es responsabilidad de la Casa Real y
sus asesores, abogados, etc. ¡Marchando una de perdiz mareada con guarnición!
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