Ayer hablaba
con un amigo, y me refería que se había enterado que solo la cena de la Gala de
los Oscars 2016 había costado dos millones de dólares. Esta mañana he tratado
de encontrar dicho dato, o el coste de la gala al completo, pero me ha sido imposible,
no lo he hallado. Mira que Internet es la caja de Pandora, pues estas cifras
parecen estar bien escondidas. Sin embargo, he podido toparme con la cifra que
costó la Gala de los Goyas del año 2013, un millón de euros, así que deduzco
que el coste de la Gala de los Oscars 2016 ha debido de ser astronómica e
insultante. Sí, insulta a la inteligencia humana. Insulta a los pueblos
necesitados del mundo.
Me resulta
indignante que a los actores, que cobran cantidades millonarias por hacer su
trabajo, también se les organicen actos de reconocimiento público, igualmente
millonarios, para darle una estatuilla con todo el glamour y el boato. Es ridículo
organizar funciones que tienen como fin el incontrolable hinchamiento del ego y
el lucimiento de modelitos, mientras se sigue sin dar solución a los acuciantes
problemas de miseria, hambre, abandono, desprecio, maltrato, guerras, etc., en
el mundo.
¿Dónde está la
cabeza del hombre actual? - Perdida está, no cabe la menor duda. ¿Dónde está el
corazón del hombre, le sigue latiendo? - No se sabe, pero se ha vuelto cruel,
frío y despiadado. Mientras una parte de la población mundial solo sabe
proyectar celebraciones inútiles como estas, hay otra parte de la población
mundial que bebe agua contaminada, que come raíces que son “robadas” a las
pocas plantas que se encuentran en sus áridas tierras. Esas mismas personas se
enfrentan a diario con la muerte, porque sus condiciones de vida son tan
deplorables que les conducen al final, casi a la velocidad de la luz. La masa
de la humanidad rica no se acuerda de echar una mano a la humanidad pobre. No
le presta tecnología para que avance. No le suministra medicinas para que estén
libres de enfermedades, que en el mundo desarrollado ya están erradicadas. No
son conscientes que la humanidad es una y ha de caminar al mismo tiempo, para
poder subir un peldaño en la evolución de la especie.
Ahora se suma
el drama de los refugiados, que son ciento sesenta mil personas retenidas en
condiciones lamentables: sin comida, expuestos a las bajas temperaturas del
Norte de Europa, apaleados por las policías de frontera, gaseados y golpeados
por pelotas de gomas, enjaulados tras las cercas metálicas, pasando frío y
hambre, sin saber qué va a pasar con ellos. ¡Esto es una vergüenza! Mientras
tanto, los campeonatos de futbol se siguen celebrando, también, los actos
absurdos como las galas a las que me he referido. Se pone a punto el campeonato
del mundo de formula uno, el de motociclismo, etc., donde se mueven cifras astronómicas
que nos dejarían los ojos en blanco. Y no nos atrevemos a mirar de frente el
problema real que tenemos la humanidad.
Ignorar a esas
personas que sufren cada día, no hace que los problemas se resuelvan. Ignorar a
esas personas produce una desazón interior, una rabia, y hasta dolor diría yo.
El egoísmo con el que funcionan muchos les produce, a esos mismos, un grado de
ceguera tal, que solo permite tener un estrecho campo de visión en el que solo
caben ellos mismos. No se pueden despilfarrar millones en reconocer a alguien
que ha cumplido o ha hecho bien su trabajo, es esa nuestra obligación. No se
pueden seguir pagando cantidades que suponen un insulto a la razón y el sentido
común. Hay que ayudar a las personas más débiles, más pobres, o con menos
recursos. Hay que enseñarles y aportarles medios y conocimientos para que
puedan crecer hasta ponernos todos al mismo nivel, no el del lujo, sino el de
la dignidad.
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