Hay que ser
críticos. Hay que luchar. Hay que reclamar. Cada uno de nosotros, desde el
lugar que crea más oportuno para ello, debe señalar las injusticias que cometen
algunos sobre otros. Todos sabemos que esto sucede, cada día, en muchas partes
del mundo. Indígenas que son expulsados de sus tierras, porque hay
corporaciones que tienen intereses comerciales y de explotación de las riquezas
ocultas en esos parajes.
La orografía
natural de la Tierra, que se modifica por intereses y capricho de algunos
grupos de poder, dando origen a posteriores catástrofes, mal llamadas
naturales, pues fueron provocadas por la intervención del hombre.
Los dineros
que se gastan en armamento, que es lanzado sin cesar contra poblaciones a las
que unos consideran hay que propinar un castigo ejemplar, ocasionando un
sufrimiento generalizado y miles o millones de muertos, dependiendo de las
dimensiones de la barbarie y la crueldad de los que dan las órdenes.
Enfermedades
que son capaces de inventar y hasta propagar en determinadas zonas deprimidas
de la Tierra para conocer sus efectos. Pandemias que son capaces de imaginar
para que la potente industria farmacéutica venda a todos los países del mundo
su supuesta e ineficaz vacuna. Es terrible como se juega con la salud de las
personas, al punto, de modificar los medicamentos que curan para que los
enfermos nunca recuperen la salud, pues el enfermo en estado crónico es mucho
más rentable, va a consumir medicinas de por vida. No perdamos de vista este
extremo, las grandes corporaciones no están aquí para salvarnos la vida, sino
para hacer negocio y obtener cuantos más beneficios mejor. Por tanto, harán lo
que crean más conveniente para conseguirlo, y si con ello, nos tienen que
infectar, lo harán. No les quepan la menor de las dudas.
Los poderosos
dirigen el cotarro, y persiguen una mayor cuota de poder, son enfermos del
dinero y del ordeno y mando. Son soberbios y prepotentes en la mayoría de los
casos. Ellos no son nuestra salvación. Ellos van a tratar, por todos los medios,
de salvarse a sí mismos. Nos venden a los poderosos como piezas claves de la
economía de una nación, les temen porque si se les aprieta se marcharán a hacer
sus inversiones en otros lugares, ¡pues que se vayan al carajo!, no podemos vivir
martirizados y oprimidos. Tenemos que ser inteligentes y llegar a ser
autosuficientes como país. Debemos industrializarnos y ser punteros en
investigación y tecnologías. Debemos prescindir que esos desarmados vengan a
hacer negocio con nuestros esfuerzos. Si tienen mucho dinero, que les sirva
para consumir más, pero no para jugar con nuestras vidas. Como pueblo tenemos
que valorarnos más, y los primeros que debían hacerlo serían nuestros
políticos. Tienen que dejar de comer en las manos de esos miserables. Deben
dejar de querer vivir la buena vida subvencionada por esos avaros. Es hora de
que representen y trabajen con dignidad por el pueblo, y el bienestar general,
al margen de los mandatos de los grupos de poder.
Hay mucho por
hacer, porque a la humanidad se le ha dejado de lado. Hay mucho dolor que
remediar. Hay mucha desesperación por solucionar. Hay cantidad de crímenes que evitar.
Hay mucha gente inútil y parasita de la humanidad, que habría que desterrar.
Los ciudadanos tenemos que unirnos más, reclamar y exigir, protestar,
movilizarnos, presionarles a todos aquellos que se tuercen, que son demasiados.
No podemos consentir que nos sigan engañando y robando. Hay que hacerles frente
a todos esos desaprensivos. Hay que despertar del letargo en el que estamos
sumidos.
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