Ayer me quedé
perplejo cuando vi las imágenes de los seguidores holandeses del PSV Eindhoven,
lanzando monedas a unas mendigas, posiblemente de nacionalidad rumanas,
atendiendo a su forma de vestir. Estaba presenciando una cinta de lo más cruel,
deshumanizado, donde los aficionados del PSV con una falta de educación y
civismo total, hacían un espectáculo racista de la pobreza, humillando a
aquellas mujeres necesitadas, que competían entre ellas por hacerse con las
monedas que aquellos desvergonzados tiraban, mientras coreaban “oles”.
Ante tal
diversión racista prepotente y degradante e impropia de un ser humano, no hizo
aparición ningún policía, que pudiera haber arrestado a aquella masa indigna de
estar libres en la terraza de un bar emborrachándose y mancillando a otras personas.
En lugares públicos tan concurrido como la plaza donde se encontraban, siempre
hay vigilancia policial, más aún, un día de competición futbolística como era
el día de ayer, pero casualmente, los recortes han llegado a la policía o
alguien no quiso ensuciar la imagen de la confrontación deportiva en la ciudad
de Madrid. Sin embargo, para vergüenza de la humanidad, allí estaban esos energúmenos,
para mostrar al mundo cuán bajo se puede llegar a ser, cuán miserable puede
llegar a tornarse las personas faltas de principios, como dejaron esos tipos
bien patentes.
Fue un fiel reflejo
de cómo el mundo desarrollado trata al mundo pobre, de la falta de conciencia
de algunos, y de que sus bases educativas no han quedado arraigadas en sus
personas. Fueron imágenes de esas que te dejan helado/a, pero sin exagerar. Las
comenzaron a emitir y me causaron estupor, no podía creer lo que estaba
contemplando. Jamás se me podía pasar por la cabeza, que todavía podía haber individuos
que hicieran de la desgracia ajena un motivo de diversión tan asquerosamente
repugnante, como el que hicieron esas decenas de aficionados, que debieron
haberse perdido el partido; pues desde ese mismo instante, perdieron su derecho
a deambular libremente por la ciudad.
A veces, los
intereses deportivos priman sobre la dignidad de las personas, y parece increíble
que no actuara la policía. Si no estaba en la plaza, estoy seguro de que si
alguien hubiera llamado, la policía hubiera acudido. Sin embargo, debió
parecerle gracioso el bochornoso espectáculo a los mismos camareros de los
bares, en cuyas terrazas estaban sentados esos animales. El negocio, es el
negocio, y tenían la terraza llena de gente consumiendo, pero a qué precio.
La gente que
venga a gastar dinero mientras insulta a otros, o crea altercados, mejor que se
quede en su país. Se trata de prohibir el racismo dentro del terreno de juego y,
sin embargo, los aficionados del PSV lo manifiestan en público en un acto
bochornoso de superioridad económica. España no puede ser el lugar donde los
maleantes vengan a hacer fiestas sexuales, a saltar borrachos desde los
balcones, a insultar a la gente o a imponer su ley. Esa gente alborotadora solo
crea problemas, su dinero ensucia nuestras ciudades, trae conflictos, trasnocha
molestando a los lugareños que tienen que levantarse temprano para trabajar, se
orinan en todas las esquinas, rompen botellas, manchan el acerado de restos de
bebidas, y dejan mucho que desear.
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