Hoy es Noche buena y mañana
Navidad, y ya vamos a estar volteando el año, pasando página con la ilusión,
como siempre, de que el año que viene sea mejor. Todos esperamos que así sea y
que la magia de la vida ponga mucho de su parte, porque con los que están
dirigiendo, sencillamente, estamos perdidos, tal como están ellos.
Esta noche cenas copiosas, bebida
a raudales, dulces y golosinas para acompañar el champán como colofón de
fiestas, y más bebidas para mover el cuerpo al ritmo de la música. Los salones
de las casas se convierten en verdaderas algarabías por cuyos suelos se
amontonan los papelillos de colores, con mesas repletas de calorías a rebosar
que se ingieren sin orden ni concierto a partir de ciertas horas donde sobra
casi de todo, y en las que resulta que todos hemos zampado en exceso. Esto es
la fiesta en muchos de los hogares de la Tierra: comer, beber, gritar, hacer
tonterías, bailar y pasarlo lo mejor que se pueda en medio de un ambiente
ensordecedor donde se unen las voces de la música y las de la tele de fondo.
Pero llegados a este punto, y
como el demonio de aquel anuncio de la tónica, no lo he buscado pero se me
viene a la mente, como para ser de aguafiestas, la gente pobre que pasará esta
noche como cualquier otra sin nada especial qué festejar, sin comidas
extraordinarias, sumida en su pobreza, en la suerte que le ha tocado o eligió
alguna vez… ahí, triste y sola. Esta noche también existe toda esa gente, esta
clase de personas, podríamos coger parte de lo que hay en nuestras mesas y
salir por la ciudad a invitar a algunas de esas personas a comer de un modo
diferente, aunque solo sea esta noche, para que sea una noche buena, también
para ellos. Quizás sería una forma de celebrar la Noche Buena más solidaria,
más abierta, con una acción real y humana, ¿se imaginan?, gente de un lado para
otro por las calles tratando de localizar a alguna persona con la que compartir
manjares navideños… amor.
¡Ea! toda la música, todo el
jaleo ha parado, la fiesta ha quedado congelada en mi mente, es como si hubiera
terminado y solo quedara recoger y cada uno para su casa. Así se me acaba de
quedar el cuerpo tras la parrafada anterior, porque tengo la mala costumbre de
dejarme guiar con lo que me surge y por lo que siento. Mi mente y mi corazón
llegados a esa cima de alegría por la que me dejaba llevar cuando relataba lo
que será esta noche, echan el freno, me dan un toque de atención para que siga
aquí con los pies en la Tierra y tome consciencia de lo que hay. Hay gente que
no tiene dinero, que no sabe si cenará hoy o dónde dormirá esta noche y, peor
aún, si sucede como hace unos años que llegan unos golfos borrachos, producto
de la alocada celebración y les da por rociar de gasolina a algunas de estas
personas indigentes y le prenden fuego. Una salvajada como esta ocurrió hace
pocos años en un cajero de un banco, los energúmenos han de estar por ahí
haciendo los preparativos para esta noche porque este país es así, las victimas
no ven más el sol, pero los asesinos no pueden permanecer encerrados por no sé
que historia de perdón, que se llama reinserción social.
Bueno, de cualquier manera y a
pesar de todo, que pasen una muy Feliz Noche Buena y que mañana tengan un muy
feliz día de Navidad, y si pueden salgan a compartir un poco de su exquisita comida
con aquellos, que solo esperan tener una noche como otra cualquiera en algún
rincón de algún soportal.
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