Ya hemos cubierto la primera
etapa de la prueba gastronómica navideña, aunque yo propuse en cuanto llegué al
lugar donde la familia nos reuníamos que para el próximo año hiciéramos
almuerzos en vez de cenas. Sé que queda extraño hacer el almuerzo de Noche
Buena, pero al menos es más seguro y cómodo para todos, excepto para los que
ponen su casa, ya que pueden ir a todo trapo pues no creo que en la pasillo
dirección al dormitorio, allá a las tantas de la madrugada le sorprenda un
guardia civil dándole el alto y haciéndole la prueba del alcohol, ¿no os
parece? Pero al resto de la familia le queda un viaje de vuelta, cansado, sin
mucha visión, en según qué condiciones: más o menos perjudicados, y a todo esto
para que a ti si te sorprenda el agente y te de el alto… que ya te puedes
despedir de tu regalo porque los euros se los lleva la DGT. Por todo ello,
defiendo que las siguientes navidades se reúnan las familias al mediodía, para
que al caer la noche cada mochuelo esté en su olivo, con su pijamita,
descansando y se pueda ir a la cama a una hora decente.
Fíjense, uno que es vegano,
arrimado a esa mesa rebosante de colesterol y proteínas animales: carne al
horno, solomillo en caldereta, salmón, quesos varios, jamón, etc., mire hacia
donde mire no hay nada que pillar, todo rompe mi dieta libre de procedencia animal. No me queda otra que
llevar mi comida, menos mal que mi mujer se encargó de apañar mi sopa de
verduras con fideos integrales, mi ensaladilla libre de “bichos” y con mayonesa
sin huevo, encima, una manzana roja, gorda y buenísima, ¡qué haría sin el
encanto de mi Aurori! Tiene mucha paciencia conmigo, porque cualquier plato que
se prepara en casa tiene que ser por duplicado, tal como lo comen mi mujer y
mis hijos, y otro diferente para mí, soy consciente de ello. Yo ya he estado en
esta zona en algunas otras ocasiones, por el respeto a la vida de los animales
y por salud, lo que significa que en otras tantas veces he vuelto a su zona
alimentaria, espero que ellos se vengan por los mismos motivos citados a mi
zona y así solo se prepare un tipo de plato, pero eso es decisión de ellos.
Ellos hacen lo que entienden deben hacer y yo hago lo que es coherente con mi
forma de pensar y sentir.
Volviendo a la noche quedó
demostrado que mi hermana Chari es la que más ritmo tenía anoche, es la que más
bailó. Mi nuera Rosita, que es otro encanto, como si fuera mi propia hija, la
siento así, se marcó algunos bailes también, pero aún así, mi hermana fue la
dueña del tablao. Los demás nos mantuvimos en los asientos mirando, riendo,
hablando, a veces escuchando la música que sonaba y, muchas veces, pidiendo la
próxima canción. El marido de mi sobrina Fátima sacó su móvil y con una
aplicación que distorsiona las caras de las gentes se encargó de realizar
decenas de fotos, a cual más deforme y las proyectaba por su tele de sesenta
pulgadas, creo que tiene la tele más grande de la familia, así que la fealdad
de las caras distorsionadas también era mayor. Apenas aparecía una nueva cara
en la pantalla la gente se partía de la risa entre sorbos de cubatas, champán y
otros relajantes de la mente acompañados de chuches y dulces.
La gente lo estaba pasando bien,
las carcajadas eran constantes, lo pasé bien hasta yo que llegué con pocas
ganas por lo de la hora, la carretera peligrosa para llegar al destino y mi
biorritmo que no es nada nocturno. ¡Gracias family por el rato que hemos
pasado!
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