Ayer, la segunda etapa de la ruta
navideña, era el día de Navidad y solemos comer con mis suegros, cuñados y sus
respectivos consortes. De nuevo sentado a una apetitosa pero sobre pasada mesa
de calorías: Pato en salsa de naranja, carne mechada, gambones a la plancha,
jamón, quesos variados, bolas de salmón y queso de no sé qué, empanada de otras
tantas cosas y dátiles, etc. Lo dicho, una mesa bien puesta y tremenda, rodeada
de buena gente y de un ambiente fenomenal, de glotones que se habían propuesto
terminar con todo ello más la cantidad de botellas de vinos y cervezas, pero
como sucede casi siempre en estas reuniones… fue imposible, siempre vuelven
algunas exquisitas viandas a la cocina. Yo comía mi ensalada múltiple de hojas
verdes variadas con tofu, manzana y nueces, a la que acompañé unas croquetas de
puerro, y para terminar una buena manzana roja, que estaba tremenda. Para
echarlo todo para abajo, una infusión de té verde, menta y manzanilla y,
efectivamente, todo quedó como yo esperaba, como si no existiera la digestión.
Por el contrario, los comilones que me acompañaban hablaban del lote que se
estaban dando, que ya no podían seguir y cosas así, aunque no se daban por
vencidos y hacían hueco, siempre les cabía algún bocadito más al que seguían
regando insistentemente con un vino blanco de Rociana del Condado,
descubrimiento de mi cuñado Roge, que según hablan todos es joven, afrutado y
cuela sin que te des cuenta… se bebieron varias botellas.
Mis sobrinos que se reúnen hacia
un extremo de la mesa, en esa oportunidad que tienen todos los primos de verse
y contarse sus cosas, se dieron un lote de comer y beber que se partieron el
pecho… no sé cuántas cervezas se bebieron esos hombrecillos, porque ya te sacan
una cuarta más de uno y más de tres. Son armarios empotrados, como se suele
decir y alimentar esos pedazos de cuerpo no es ninguna tontería. Les cabía el
Mani empanado… otro dicho popular andaluz, son una ruina, cómo tragan esas criaturas.
Lo pasamos magníficamente bien, rodeado el almuerzo de buen tono y cordialidad
familiar, alegres de compartir mesa, de vernos, abrazarnos y poder cruzar
palabras unos con otros.
El abuelo dirigió unas palabras,
le hicimos aquello que tanto se ve en las películas, que alguien llama la
atención de los invitados con el sonido de algo que golpea en una copa, y…
bueno dijo lo que le pareció, aquello de lo que habíamos armado refiriéndose a
la abuela. Lo contento que estaba de tenernos a todos y dio una buena nueva
acompañada de un gran detalle, que me van a permitir no exprese porque solo
atañe al ámbito más familiar y cercano. A partir del mensaje navideño del
abuelo, un brindis… ellos seguían con el vino y yo lo hice con mi infusión. El
contenido del mensaje del abuelo dio para un buen debate, unas aclaraciones e
interpretaciones, hasta que aquello terminó y volvimos al ambiente festivo que
daba motivo a que todos estuviéramos reunidos como hacen todas las familias en
estos días, como dicen los mayores del lugar… “tan señalados”.
Como no puede ser de otro modo,
agradezco a toda la familia haber disfrutado de un día tan extraordinario en
todos los sentidos, y de nuevo hacer una mención a mi Aurori, que la he visto
horas y horas de labor gastronómica para ayudar a su madre y que todo saliera
como ha salido… mejor imposible.
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