Creo que todos como sociedad
deberíamos replantearnos el sentido de la existencia del sistema actual. Hay
cosas con las que no se debería hacer negocio, como: la salud, las atenciones
primarias necesarias para conservar la salud, el trabajo, la energía o tener un
techo. Comprendo que llevamos demasiado tiempo viendo cada uno de estos
apartados como mercancía, por la que si pagas las disfrutas, si tienes padrino
te colocan, o si ganas dinero te salvas y sin ingresos te mueres, duermes en la
calle en un banco, bajo un soportal o dentro de un coche ruinoso. Hay gente que
come una vez, dos o tres, pero también hay algunos a los que no se le ha dado
bien el día y se van a la cama con el estomago vacío, o prefieren que sus hijos
se coman un trozo de pan y una onza de chocolate, aunque no alcance para ellos.
Mucha otra gente pasa frío, se relían en mantas, no encienden luces y no pueden
encender calefactores porque no tienen dinero para hacer frente al recibo de la
luz.
Por todo ello, digo que debemos
replantearnos las bases del sistema. Tenemos que cuestionarnos algunas cosas:
¿tenemos un Estado para solucionar los problemas de la ciudadanía con la aportación
de todos, o es una quimera?, ¿cuál es el objetivo, a largo plazo, del Estado,
lo tiene o no? Habría que parar todo el despropósito actual y establecer, de
nuevo, las bases lógicas y necesarias, de un modo humano, inexistente hoy, para
que la gente del país avance en dignidad, bienestar, progreso y seguridad. Esos
objetivos han de ser primordiales y se han de tener muy claros. En una sociedad
lo más importante son las gentes que la componen, que deciden mantener un
Estado, como órgano gestor de las decisiones del pueblo, para encauzar o
articular las vías que permitan la consecución de esa prosperidad social a la
que me he referido antes. Las gentes hacen cosas, emprenden, crecen, pero si se
les da las condiciones favorables y necesarias para ello. Hoy en día el fin es
servir a los grandes empresarios, a los grandes grupos inversores, financieros
o bancarios; cuando todo se ha de enfocar o centralizar en la ciudadanía del
país, todo con ella y para ella, en definitiva, para todos.
La economía, y por extensión: las
empresas, el comercio, las inversiones, los bancos, etc., han de estar al
servicio de la gente, y esto no parece haberlo comprendido el Estado, que se ha
corrompido a favor de la trama monetaria, perdiendo de vista a la gente, a sus
problemas y, por supuesto, dejando de lado la auténtica razón de ser del
Estado. Así que entiendo que los que, en este caso componen el Estado, cobran
pero no por realizar la función encomendada, al menos, la que esperamos los
ciudadanos que se acometa. La falta de una legislación adecuada y justa permite
que la trama monetaria se mueva y se aproveche de todos nosotros para
enriquecerse, al tiempo que nos empobrece a nosotros. Algunos dicen que es
normal que se lleven los beneficios los que exponen su dinero, pero todos
estamos soportando al Estado, y no lo hacemos para que favorezcan a los que
exponen el dinero, pues hay otros muchos exponiendo sus vidas, que valen más
que el dinero de aquellos. El Estado ha de legislar para garantizar la igualdad,
el progreso o, que todas las necesidades
primarias de la gente del país estén cubiertas; no por la cara bonita de la
gente sino con el trabajo de los miembros de cada familia. El trabajo debería
ser un derecho garantizado por el Gobierno, ¿no garantiza el ahorro de la gente
que tiene depositado su dinero en los bancos?, ¿no ha garantizado la no quiebra
de las entidades bancarias con el dinero de todos nosotros?, ¿cómo no va a
poder garantizar el Estado las necesidades básicas de la ciudadanía: alimentos,
trabajo, energía o techo? Si el sistema de los “torpes-listos” no lo prevé
porque no les interesa, pongámonos de acuerdo para crear un nuevo sistema
social.
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