Imagen:Libertad Digital
Observo que la gente es cada vez
más dependiente del móvil, cuando no habla por él, está enviando o recibiendo
un whatsapp y, en muchas otras ocasiones, sobre todo los más jóvenes están
jugando. También hay gente mayor que juega a las bolitas o hacen solitarios,
por ejemplo. Cuando pasas por una parada de autobús casi toda la gente está
entretenida con su móvil y no habla entre sí. Algo similar ocurre cuando un
grupo de personas se sientan en una terraza de un bar, muchos están metidos en
las pantallas de sus aparatos sin que medie ni una sola palabra con sus amigos.
También en las casas, hay algunos que se sientan para almorzar y se ponen el
móvil al lado para no perder puntada. El móvil ha llegado a nuestras vidas y
cada día ofrece más posibilidades, no solo llamar a alguien o mandar mensajes,
sino que cada vez son más parecidos a pequeños ordenadores que se pueden
sincronizar con nuestros equipos de casa, pudiendo disponer de casi toda la
información contenida en nuestras torres o nuestros portátiles. Es por ello que
cada día se hacen más imprescindibles para muchas personas por cuestión de
ocio, pero también por razones de trabajo.
Lo que seguimos pasando por alto
son sus radiaciones, la exposición a las mismas durante casi todo el día, o
todo el día, pues hay quienes lo ponen durante la noche en la mesa de noche,
junto a sus cabezas, o próximo a ellas, de tal manera que tampoco por la noche
dejan de recibir sus radiaciones. Hay defensores y detractores de la influencia
de esta señal de microondas, depende de sus intereses y de su conocimiento. Al
menos, usando el sentido común,
naturales no son, y si no es algo natural, nuestros organismos tienen
que hacer reajustes para defenderse, pues evidentemente no hablamos de ingerir
una tajada de melón, respirar un poco de aire puro o beber un vaso de agua de
manantial de alta montaña, pongamos como ejemplos. ¿Cuáles serán los efectos de
estar bajo esta radiación?, los años nos lo dirán, ya veremos qué resulta de
todo este invento. Las cosas se descubren, los fabricantes con licencia y
patentes lo ponen en la calle, se forran y los organismos públicos investigan
poco, exigen menos y, después, vienen las sorpresas… cada día hay más enfermos
de alzhéimer, pongamos por caso.
Nos tomamos las cosas muy a la
ligera en esta sociedad moderna, hacemos uso de todo lo que la industria nos
pone delante. No reflexionamos, nos lanzamos como desesperados para conseguir
lo último, sin saber qué daño nos puede provocar. Hace años no teníamos móvil y
la vida seguía, se trabajaba, nos desplazábamos y no había que estar localizado
todo el día. Llamábamos desde los teléfonos públicos cuando nos surgía una
necesidad que no podía esperar, pero no teníamos un gasto fijo mensual, ni un
equipo en el bolsillo irradiándonos todo el día. Yo cada día abandono un poco
más el móvil, lo dejo sobre cualquier mesa y acudo a él solo cuando alguien me
llama. Así mis hermanas me dicen que contesto a los whatsapp cuando me parece o
muy tarde. Trato de no ser esclavo del móvil y de apartarme de sus radiaciones,
al menos cuantas más horas mejor. No obstante, siempre estaré irradiado de
alguna forma, puesto que los que hacen negocio de esto, ya tienen permiso para
irradiar todo el medio. Esas antenas, situadas en lo alto de algunos bloques de
pisos, se encargan de llenar las ciudades de ondas que nos traspasan a nosotros
y también a gran parte de los elementos constructivos, de lo contrario no
podríamos hablar en el interior de los edificios. ¿Qué está sucediendo cuando
somos atravesados por esas ondas? El progreso tiene un precio que puede ser muy
elevado… ya veremos.
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