Todo el mundo tiene un discurso,
todos nos creemos en posesión de la verdad. Todos aprovechamos la primera
oportunidad que tengamos para ser el centro de las miradas y quedar como reyes.
Pero todo lo que digamos no puede estar acertado o ser la verdad. Todos opinan
de todo, hasta de lo que incumbe a la vida de uno, y ya empezamos a hartarnos
de tanto entrometido. No tenemos paciencia, queremos dirigirlo todo, ¿no se
fijaron cuando alguien lleva el coche, los demás que te acompañan tratan de
decir por dónde debes ir, qué calle tomar, dónde debes girar, etc.?... todo
empieza cuando alguien pregunta por dónde vas a tirar. A partir de ese
instante, es continuo: toma esta calle, gira por aquella o, yo nunca cojo esta
calle; ¿a quién importa lo que hagas, si el coche lo llevo yo? Nadie deja
espacio al error… es como si todo debiera ser perfecto, salir perfecto, y las
cosas no siempre van a ser así.
Todos quieren influir en las
vidas de los demás. Todos opinan sin que se les pregunte. Todos tratan de
organizarte la vida a gusto de ellos. Cada día hay más gente cercana metiendo
las narices en tu vida, sin darse cuenta de que coartan tu libertad, y parece
una obligación el callar y acceder a lo que ellos quieren, pues apenas
reaccione o te manifieste, te tacharán de malaje, de tener poco aguante, de no
aceptar consejos, pero ¿yo se los he pedido? Llega un momento en el que estás
saturado de tanta injerencia, no quieres escuchar más a nadie y te recoges en
tu propio silencio. Es entonces cuando parecen preocuparse por lo que te
ocurre, ¿estás bien?, ¿por qué no hablas?, pero son incapaces de darse cuenta
de la vara que te han dado, y que no te apetece seguir hablando, menos discutir
lo sucedido, defenderte, etc., te da igual lo que piensen, tú solo deseas el
silencio, la tranquilidad, que no haya más perturbación… necesitas aire, tu
espacio.
Muchas lecciones recibidas de
esos que se sienten el centro del discurso, son meras repeticiones de los
mensajes difundidos por los medios de comunicación, utilizan hasta las mismas
argumentaciones y construcciones lingüísticas… suenan y mucho, no son ideas
propias, y esto harta más. Son cosas sabidas y al tenerlas que escuchar con
atención, por educación, es como si nos hiciera ignorantes de aquella clase
magistral. Yo, al menos, soy un soñador, un utópico si quieres, porque mi mente
ve cosas que son posibles, que parece que a otros les cuesta ver como
realizables; pero ofrezco ideas propias en muchos de los casos cuando debatimos
sobre un tema. Puedo, incluso, pensar en ciertas soluciones a diferentes temas,
aunque para algunos o muchos sean irrealizables. En mi mente, las cosas que
tienen atenazadas el poder económico, se podrían modificar o cambiar. Las leyes
se deben renovar, los principios en los que se asientan la sociedad moderna se
deben actualizar. El hombre y la mujer modernos no pueden seguir viviendo en el
olvido más absoluto de quienes son, porque ese distanciamiento con su mundo
interior, da lugar al libertinaje actual falto de valores, falto de tolerancia,
falto de paciencia y falto de respeto. Debemos volver a sentirnos parte de la
humanidad, de un todo indivisible donde todo lo que se haga repercute, de algún
modo, en el conjunto. Por tanto, debemos caminar juntos y tener un proyecto
común. Así que menos lecciones y más cogernos de las manos, amarnos y caminar
juntos.
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