jueves, 17 de octubre de 2013

EXAMENES


Cuando estudiar deja de ser un placer por tener que hacer exámenes, para demostrar lo que se sabe, si se progresa, todo ello pasando por el tamiz de las calificaciones. Considero que el sistema es bien antiguo, te dan la hoja en blanco, coges tu bolígrafo, pones tu nombre lo primero, guardas silencio y en ocasiones, te invaden los nervios dependiendo de lo que te juegues.
Todo esto está construido con una lógica obsoleta establecida en tiempos medievales, que se prolonga hasta nuestros días. No ha cambiado mucho aquella rigidez soportada en las incomodas bancas de madera, que se convierten en dolores insoportables de glúteos, acompañados de atracones de estudiar, embotamiento y la consabida sensación de no saber nada o de no acordarse de nada. Cuando esto sucede, además de las nauseas, es inevitable un cierto grado de ansiedad sufrida por muchos alumnos, que en un exceso de responsabilidad luchan hasta la extenuación quitándose horas de sueño, por superar la prueba de evaluación de sus conocimientos.
Aquí estoy con más años que el pato donald, y parece que no puedo abandonar este laberinto de la memorización, un curso tras otro, una materia tras otra, que suman tanto contenido que amenazan con achicharrar mis neuronas; si todo está en los libros y puede ser consultado, por qué continuamos formándonos poniendo en valor la capacidad de memorización. ¿No podríamos aprender a manejar la información, así como saber dónde buscarla y a emplear el conocimiento de un modo práctico, experimentando?
Tal vez el problema sea que de esta forma cualquiera podría desarrollar cualquier profesión, sabiendo manejar los conocimientos de los libros, y como dije antes, adquiriendo la experiencia suficiente mediante la práctica necesaria. Esto desde el punto de vista habitual le resta importancia a los memoriones, a los que destacaban como empollones, pero se debe entender que si los datos se encuentran impresos, se sabe donde acudir, buscar e investigar, el esfuerzo que requiere la memorización más las tensiones añadidas de los exámenes, se podría utilizar en adquirir pericia para aplicar el conocimiento en las diversas funciones de la vida laboral, en las empresas en particular, ajustándose a la demanda real.
Punto y aparte es que por decisión propia y por amor a su profesión, el individuo lea todo aquello que considere relacionado con su trabajo para llegar a ser un mejor profesional y crecer personalmente al ritmo que le apetezca, sin tenerse que poner a prueba.
Ser un buen estudiante, una buena persona o un buen profesional debería ser una elección propia de personas conscientes, responsables. De lo contrario, esas mismas personas se descalificarían, con el paso del tiempo, si no son capaces de manejar y aplicar correctamente la información. Llegado a este punto, me doy cuenta de que hay que fabricar gente a la que se le mentalice, para que siendo libre, comprenda de la importancia de su formación, a la que han de prestar especial atención si pretenden llegar a ser buenos profesionales en sus correspondientes campos de acción.
Las estadísticas dicen que los resultados, salvo excepciones, no son brillantes. La presión, esa obligación continuada que siente el estudiante de someterse a evaluación durante todos los años de su vida estudiantil no arrojan los resultados, que con otros sistemas se obtendrían. Se van unos políticos y los que llegan cambian lo establecido, pero no se cambia el fondo, no se revoluciona, se matiza, pero como dice el dicho popular: “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”.
No me cabe ninguna duda, que el individuo da todo de sí cuando está motivado y convencido de lo que hace y para qué lo está haciendo. Además hacen falta un aspecto que hoy tal vez ha quedado relegado o ha desaparecido: el respeto en las dos direcciones (alumno-profesor). Hace falta humildad por partes de muchos profesores, educación por parte de muchos alumnos, conceder cada cual el sitio que le corresponde al otro, motivar con una formación muy práctica y real en consonancia con lo que es necesario en el mundo industrial, empresarial, de servicios, etc.

Una vez más creo que el cambio es posible, tendrán que ser los técnicos correspondientes los que deben decidir que hacer con la formación para que de sus mejores frutos, los mejores profesionales de cada campo, pero que se encuentren rodados al finalizar sus estudios, y esto solo se consigue simultaneando la formación con el trabajo real. Ni que decir tiene, que la formación ha de carecer de contenido superfluo y ajustarse a la operativa real.

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