lunes, 7 de octubre de 2013

PARTICIPACIÓN


Cuando vuelves a agarrar tu vida la cosa cambia, por que eres tú el que te dejas invadir o arrastrar si quieres y no por presión del medio. Esa es la diferencia entre coger tu timón y remar a tu ritmo, o que lo lleve otro y además marque su ritmo. Esto es sencillo de comprender, pero a menudo nos despistamos y caemos en la argucia o la temporalización que mejor le va a alguien ajeno a nosotros.
Todos tenemos nuestro propio sentido de cómo han de ser las cosas, y en ocasiones tratamos que otros respondan a nuestras expectativas, no a las suyas. Mucho más se observa este proceder cuando una de las partes excede en autoridad a la contraria, es cuando la repetición del proceso, la insistencia y el control para que se realice según su opinión o deseo, puede llegar a ser irritante o difícil de digerir.
Esas cosas suceden, ¿verdad?, no hablamos de nada raro o que nadie haya vivido jamás sino todo lo contrario; algo muy frecuente, repetitivo, que tendría que ser mirado, comprendido, hablado, pactado, etc., seguro que se pueden obtener mejores resultados, más implicación, e incluso se llegaría a defender como si la resolución fuera nuestra.
Hay que hablar en lugar de imponer, hay que explicar las razones que amparan la propuesta, y sobre todo hay que saber oír lo que otros pueden aportar, porque de esa aportación se alimentan los argumentos para llegar a ser más grandiosos, más razonables y más eficientes. Todos podemos decir algo, mas cuando se está implicado de uno u otro modo en la ejecución de las acciones de que se traten.
La educación ha de alcanzar todos los ámbitos de la vida, y en los trabajos invertimos todos mucho de nuestro tiempo a lo largo de nuestras vidas. Por eso, no debe continuar: “Esto se hace así porque yo mando”, alguien puede aportar algo muy interesante que mejore las condiciones de la ejecución, la satisfacción de las partes, incluidas la de nuestros clientes como objetivo fundamental de la existencia de la empresa, y como resultado de esto, se consigan mayores cifras de negocios, una mayor fidelización, captación de nuevos clientes como consecuencia de una mayor penetración en el mercado.
Hace tiempo leí algo sobre calidad en las empresas japonesas de los años 50, de cómo llegaron a ser lideres en tecnología y calidad, precisamente por  haber confiado en sus trabajadores. Por celebrar constantemente reuniones con ellos para conocer de primera mano los problemas que sufrían en sus puestos de trabajo, así como para escuchar las sugerencias y propuestas para salvar aquellos obstáculos en pos de la eficiencia y de la calidad. Esta forma tan humana de barajar las relaciones laborales, alzó a Japón al liderazgo de la tecnología y la calidad, como se le reconoció mundialmente. Aún hoy, a pesar de las crisis sufrida en el país, los terremotos, tsunamis, etc., un motor de la marca Honda, sea de moto, coche, maquinaria agrícola, fuerabordas, etc., es de una precisión milimétrica. Lo mismo le sucede a Yamaha y demás marcas japonesas de maquinas herramientas, maquinaria de construcción e infinidad de campos y sectores de la industria, el comercio, música, sanidad, etc.

Si se quiere hacer mejor, es posible. Si se cuenta con los demás, el equipo llega a ser grande. Si todos se sienten integrados y motivados en el proyecto, los resultados serán muchos más abultados, los productos tendrán mayor calidad, los diseños serán más creativos y se podrá innovar con mayor rapidez.

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