lunes, 19 de octubre de 2020

LAS COOKIES

 

            No entiendo de informática, aunque sé que nada es gratis del todo, te ofrecen información a cambio de tus datos, de tu perfil, de tu situación geográfica, de tus tendencias de compra, búsqueda, uso de las redes, etc. Lo que no entiendo es por qué el engaño de dejarte, aparentemente, configurar las Cookies, pero a la hora de la verdad no puedes hacerlo, se encuentra inhabilitado el botón de guardar los cambios.

            Esta mañana, como muchas otras he ido a consultar las noticias, suelo echar un vistazo al diario 20 Minutos. Ayer pasé el programa CCleaner para limpiar un poco el ordenador y, claro, se lleva las Cookies famosas por delante. Entonces, esta mañana me vuelve a pedir que las acepte, pero como indicaba que las podía configurar lo he intentado en vano varias veces. Es imposible, si rechazas cualquiera de ellas se inhabilita el botón de guardar al que me referí antes.

            Esta sociedad del dinero y de los intereses cruzados de los uno con los otros da asquito del malo. Toda la inteligencia humana es aplicada, no solo al avance y a las mejoras de la humanidad, sino a la competición por la consecución de una mayor porción de mercado que se traduzca en ganancias, en billetitos. Dónde quedan la bondad, la solidaridad, el amor, el respeto, la alegría de hacer el bien por los demás. ¿Existe la felicidad de las buenas relaciones?, ¿Hay inteligencia para hacerse consciente del bien y el mal? ¿Por qué la sociedad tiene que ser una continua lucha de poder por imponer cómo cada uno quiere vivir, pero sin importarle las repercusiones de sus actos?

            Tengo un amigo que me dice: “Me encerré con la cuarentena, pero es que le he cogido gustillo a este estilo de vida monástica, aislada del mundo y su ruido”. ¡Joder!, le voy a tener que dar la razón. Al mismo tiempo es una pena perder el contacto con los demás, pero hay cantidad de gente fastidiando a los de al lado, que o te enfrentas con ellos continuamente, o te apartas por no merecerte la pena el desgaste, y dejas el mundo para ellos, que hagan lo quieran con él.

            Empiezo con las Cookies y termino con el conflicto vivencial de los unos con los otros. Algunos dan, pero siempre que medie un precio, tal vez la venta de tus datos, de tu información, de tus gustos y preferencias, de tu nivel cultural, de tu localización geográfica, de tu estado civil, de tu condición sexual, etc. Todo eso, que supuestamente según la Constitución no debiera inclinar la balanza en esta sociedad, es aprovechado por las empresas para hacer acopio de unos euros.

            Internet está ahí, lo pagas a las compañías de telecomunicaciones, pero debemos seguir pagando a todos esos que incluyen información, aparentemente, gratis.  Nos ralentizan la navegación con publicidad que ninguno hemos solicitado, debemos dar permisos para que entren en nuestros ordenadores y manejen nuestros datos y archivos. Si no lo hacemos esconden su información, nos echan fríamente de sus portales, lanzan un mensaje que cubre toda la pantalla con el fin de forzar nuestra aceptación de lo que ellos quieren. Eso, o tratar de entrar en otra web. Otro amigo me lo dijo hace tiempo: “Nada es gratis en Internet, todas esas aplicaciones, supuestamente, sin coste alguno, no es así, tienen sus repercusiones futuras”.

 

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