viernes, 24 de diciembre de 2021

NOCHEBUENA 2021

 


Para cerrar el ciclo anual, volvemos a estar en los comienzos de las fiestas navideñas. Esta noche vuelve a celebrarse Nochebuena, dentro de un año revuelto de contratiempos sanitarios a cargo del maldito coronavirus (COVID), ese invento, tal vez accidental que se originó en China, aunque no lo quieran reconocer. Desde allí se propagó a todo el mundo intencionadamente o, como dije antes, accidentalmente; el caso es que estamos hecho la puñeta. El virus muta y muta, no sé cuántas variantes van ya, nos contagiamos a pesar de estar vacunados, llevar mascarillas, hacernos test PCR, aislarnos cuanto podemos, o confinarnos durante algunos meses. Esto no es vida, al menos es una vida impensable hace unos años, las reuniones se limitan a un número de asistentes, a un reducido núcleo familiar, y los políticos se reparten las normas y prohibiciones como mejor les vaya con sus relaciones empresariales del mundo de la hostelería, que dicen, por las quejas, es el más perjudicado porque no les dejan abrir sus negocios toda la madrugada si quisieran. El caso es, que como siempre, se trata hacer valer costumbres ociosas que poco aportan a la conducta que sería deseable de responsabilidad, buen descanso y ausencia de vicios… ¡que en la noche se pervierte mucho el personal!

E.E.U.U. reclama una indemnización billonaria a China para que responda por lo que ha generado en el mundo. Algunos científicos no dudaron en declarar que el virus es de una complejidad caprichosa, tal como si se hubieran cortado trozos de ADN y se hubieran introducido secuencias que nada tuvieran que ver con el coronavirus base que analizaban. Incluso un premio Nobel, como Luc Montagnier, investigador que llegó a aislar el VIH, se le debe suponer una categoría profesional fuera de toda duda; afirmó que el virus no era producto de un capricho de la naturaleza sino de un laboratorio, sean prácticas científicas-sanitarias, o fueran, mucho más probables, investigaciones con fines bélicos.

Del modo que fuese, o para el fin que se desarrollara, las repercusiones las pagamos todos, muchos la pagan con su propia vida, otros con deficiencias diversas, hospitalizaciones graves y serias; además, del coste económico mundial: paralización de actividades industriales, comerciales y de servicios. Ertes en las industrias y empresas en general, mayor coste para sufragar esos meses de inactividad empresarial, con tal que los empleados no pierdan definitivamente sus trabajos. Inversión millonaria en vacunas, agotamiento de los sistemas sanitarios públicos, que no se refuerzan, y si se hace en alguna medida, en cuanto la pandemia mejora se despide a miles de sanitarios, teniendo una fatal repercusión sobre la atención primaria en centros de salud de nuestro país. Esto último es aprovechado por los buitres que llevan años al acecho de la sanidad pública, deseosos de hacerla fracasar para imponer una sanidad privada que sea costeada directamente por los ciudadanos a golpe de talonario, tarjeta y billetes.

Mientras todo esto sucede, los gobiernos no son capaces de legislar a favor de la ciudadanía al tiempo que les paren los pies a esa carroña depredadora. Ya impusieron en algunas Comunidades Autónomas los famosos copagos sanitarios por ir a la consulta de tu médico de cabecera, como se conocía antes, o de familia, como le llaman en estos tiempos. Esos buitres carroñeros son, por lo general, fondos de inversión potentes que se creen con todo el derecho de imponer sus normas en la vida social y política. Lo peor de todo es que unos políticos más que otros, aunque casi todos en definitiva, les hacen caso, se doblegan a la voluntad de esos poderos grupos mercantiles, cuya expectativa existencial es recaudar cuanto más mejor a cualquier precio, creando un estatus social diferenciado que desprecia a la clase más humilde porque esa no tiene ahorros para pagarles sus servicios; esos pueden morir en la calle, ¡vamos!, que les dejan morir en la calle si llegara el caso porque no tienen su tarjeta sanitaria y no les van a atender, sufran la dolencia que sufran. Es un error fatal que algunos tengan puestas sus esperanza de negocio en un modelo tan usurero y denigrante como la sanidad privada de E.E.U.U.

Bien, pues a pesar de todo, seguimos vivo y dando un poco de caña, porque sin este respiro y desahogo me convertiría en una olla a presión. No voy a negar que a veces, en momentos grandes de indignación no pienso en reírle las gracias a nadie, mucho menos a los que considero responsables o colaboradores necesarios de toda la trama mafiosa, tanto la sanitaria como la de combustibles o electricidad, la de la usura bancaria, la corrupción propia de políticos, altos cargos públicos y diversas autoridades representativas de ciertas instituciones que más valdría hubieran desaparecido por querer perpetuar el medievo en nuestros días. El saqueo y la corrupción mafiosa de los entes de poder sigue siendo la característica común de lo que llaman liberalismo, libre mercado, globalización, democracia de aquella manera, etc. Los derechos fundamentales también se han visto recortados durante este año, como en algunos anteriores, gracias a la Ley mordaza, contraria al Art. 20 de la Constitución, pero los políticos juegan con las leyes y su jerarquía como mejor las conviene. Hacen lo mismo que con los jueces, los nombran a conveniencia para asegurarse su impunidad cuando son cogidos con el carrito de los helados, que han sido demasiadas veces en este país, sin que la justicia haya movido un dedo. Los culpables mienten, los jueces miran para otro lado y los fiscales se convierten en abogados defensores. Eso cuando no dejan pasar el tiempo para que prescriban los delitos. ¡En fin! Ha sucedido de todo, la mafia ha imperado y la ciudadanía se lo ha mamado todo ¡Es una vergüenza! ¡Este es un país de golfos!, empezando por los de arriba.

A todo esto, ¡Feliz Nochebuena!

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