viernes, 22 de agosto de 2014

NEGOCIO SIN HUMANIDAD




Cómo va a ser que curarse o seguir viviendo sea cuestión de dinero. Cómo es posible que exista un medicamento que cura la hepatitis C, pero que por su alto precio no se le administre a los enfermos y mueran. Cómo puede pender la vida, de un millón de pacientes de la hepatitis C, de la capacidad y la voluntad de la Administración o de que quiera pagar esos tratamientos.
Cómo es posible que se investigue para alcanzar el remedio definitivo a tal enfermedad mortal, pero la sustancia química junto a todo ese trabajo realizado y los beneficios que se pretenden, ante la gravedad de la enfermedad, llegue a alcanzar un precio tan descabelladamente prohibitivo.
Esta misma mañana, en la misma línea informativa, escuché en una emisora de radio el testimonio de una madre, que tenía un chaval de diecisiete años a quien le habían diagnosticado una enfermedad rara, que le iba contrayendo los huesos. Sin embargo, sus órganos crecían y tenían un tamaño adecuado a su edad, por lo que iban a resultar comprimidos. Todo este proceso óseo, contaba la madre, le provocaba grandes dolores generalizados en todo el cuerpo. Añadió su madre que en la comunidad autónoma donde residían se negaban a suministrarle ese medicamento, que en algunos hospitales lo habían dado a pacientes con esta misma enfermedad y habían mejorado mucho. El problema reside en que en su comunidad autónoma no está registrado como un medicamento autorizado para ser recetado por la seguridad social, sin embargo, entendí, que había otras comunidades del territorio español que si lo suministraban a sus pacientes.
Todo esto nos indica que la salud y la vida están supeditadas al dinero, o sea, que todo negocio y ninguna humanidad, como viene sucediendo con la forma de gobernar en España, durante los últimos años. La esperanza de vida se ha de poner a la cola de los negocios y de los intereses de los laboratorios privados, de los intereses de nuestras instituciones y muy posiblemente de las comisiones que se tengan que desviar en las compras de tan necesarios productos.
Una vez más se pone de manifiesto o se evidencia, que la vida de las personas les importa un carajo a los dirigentes de los más diversos ámbitos de la Administración pública.

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