martes, 6 de enero de 2015

DÍA DE REYES




Me he levantado temprano como siempre, he tenido que hacer un hueco en la mesa del salón, desde donde escribo casi a diario, porque está llena de regalos empaquetados con nombres de nuestra familia. Miro al sofá y sucede otro tanto de lo mismo, los paquetes se han hecho los dueños del salón. Es día 6 de enero, ayer “vinieron los Reyes Magos de Oriente”, la economía es hoy más precaria que ayer, se espera que la recompensa sea la alegría de los demás cuando reciban sus regalos, la de uno mismo al recibirlo, sobre todo si hay sorpresas, pero en definitiva los centros comerciales, las direcciones de los mismos, los accionistas de las multinacionales que están encantados con: la semana de oro del Corte Inglés, el tres por dos de Carrefour, etc., también lo están con el invento comercial de los Reyes.
Parece mentira que para dar una sorpresa haya que esperar un año, que para ilusionar haya que esperar un año y  que sigamos el juego comercial de las grandes compañías. Esperamos hasta los últimos días de las vacaciones de los niños para darles sus regalos, que apenas podrán disfrutar antes de incorporarse, de nuevo, al ritmo escolar. Lo que vengo a decir es que no estoy en contra de ilusionar y ser feliz, de sentir satisfacción por regalar, pero que no hay que esperar a una fecha concreta, que se puede hacer en cualquier momento del año, en cuanto uno sienta esa necesidad de hacerlo.
Sin embargo, nos sentimos obligados hacia los demás, es como regalar a la fuerza, pues de lo contrario se va a entender como un desaire hacia alguien de la familia. Gastamos cuando, tal vez o seguramente, nos haga falta el dinero para terminar el mes. Seguramente va a ocurrir y este mes llegaremos a duras  penas a su final, pero los reyes había que comprarlos, pues de lo contrario vamos a manifestar un sentimiento de culpabilidad. No vamos a entender cómo los nuestros no van a tener regalos y los demás si lo tendrán.
A todos nos gusta ser regalados y, en muchos casos, regalar. Nos gusta ilusionar, ver las caras de satisfacción de pequeños y mayores, es como decir te quiero, me he acordado de ti, pero comprando, quizás, no sea la forma más auténtica de decirlo. Tenemos que esforzarnos más en ir a verlos, en llamarlos, en estar cerca de los demás durante todo el año y, puede que esto sea mucho más que cualquier detalle en estas fechas; seguro que significará más para ellos.
Por qué no hacer una comida o una fiesta de reyes e invitar a toda la familia, a los amigos y recordar ese día como un gran día de amistad, de familiaridad, de amor y alegría. Al final siempre quedan recuerdos que alimentan a nuestro ser, no tienen que ser regalos, son gestos, son abrazos, son miradas, son risas, son caricias, son besos y palabras amables, es tiempo compartido, experiencias y situaciones vividas juntos.

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