jueves, 18 de abril de 2019

CON MOTIVO DEL INCENDIO DE NOTRE DAME

                                                     Imagen: www.expansion.com

Arde un símbolo arquitectónico y turístico de Paris, se derrumba buena parte de su cubierta así como la aguja de 93 metros de altura que encumbraba la catedral. Lloran los parisinos, los franceses y se lamenta medio mundo por la pérdida patrimonial y artística. Este suceso me ha hecho pensar y darme cuenta de la falta de humildad de construcciones como la de Notre Dame, que como sabemos las tenemos por muchas ciudades de nuestro Planeta. Siempre intervinieron la Iglesia por un lado, los reyes y los grandes señores feudales, me imagino un clima generalizado de pobreza de la población mientras algunos, unos pocos, ordenaban construir obras de esa envergadura que tardaban varios siglos en culminarse. Mientras tanto, guerras contra los enemigos, conquistas y cantidades imposibles de controlar que se dedicaban a lo uno y lo otro, a pesar de que el pueblo lo estuviera pasando mal.
¿Qué sentido tienen esas exageradas construcciones? Supongo que resaltar el poder del cielo y el terrenal, ¿tanto hacía falta para convencer y acojonar a la gente? Si hoy en día se ven como obras impresionantes cuando han quedado embebidas por los edificios de las ciudades modernas, ¿qué debió ser y resaltar entre terrenos baldíos y casas aisladas?, ¿cómo debía quedar una construcción tan lujosa y ostentosa en medio de caminos de tierra y, tal vez, campos de cultivo. Se hace extraño interpretar la manera de pensar y actuar de los que dirigían la vida religiosa y, de aquellos que ejercían el poder contra la población de la época. En medio de la nada, qué significaba tan majestuosa construcción, ¿sin ella era imposible vivir?, ¿con ella la gente vivía mejor? Ahora, decimos que muchos han perdido el norte, pero yo creo que esto viene desde antaño, quizá, nunca lo hayan recobrado. Antes y ahora, la gente ha necesitado y necesita comida, trabajo, medicinas, atención sanitaria, escuelas… vivir, pero algunos creyeron que eran necesarias las ostentosas construcciones como símbolos de distinción y poder. Creo que andamos equivocados desde los principios, creo que nos distanciamos de los valores humanos desde la antigüedad. Han habido muchos que produjeron para sus propios intereses y no para el de la ciudadanía. Creo que pronto fuimos demasiado egoístas, algo que muchos aprovechan para decir que el género humano es así. Los que dicen eso nos hacen daño a todos, nos restan la posibilidad de, al menos, dudar o de que indaguemos y lleguemos a saber cuánto podemos dar de nosotros mismos.
No me conformo con lo que dicen muchos, sé que somos mucho más de lo que ellos ven, tenemos unas cualidades que nos hacen soñar con un mundo enormemente mejor que este. Algunos nos conducen por el sendero monetario y yo trato de tener presente que debemos transitar por el camino del corazón, de la igualdad, de la equiparación, de la justicia, de la verdad, del amor, de la colaboración y la cooperación. Hay que poner fin a tanto engaño comercial y productivo, a la falsa rivalidad competitiva, a la lucha de patentes y productos, a la falta de compromiso y responsabilidad frente al resto de los mortales y frente al Planeta.
El centro de todo somos nosotros, los seres humanos, los seres vivos, y el sistema no respeta ni a unos ni a otros. El centro de la vida no son las catedrales y todos esos signos soberbios de otros tiempos. La gente sigue enganchada a la majestuosidad de lo que significó siglos de trabajo, no sabemos en qué condiciones, en medio de momentos de hambruna generalizada y enfermedades que se propagaban en forma de epidemias, porque algún rey incitado por representantes de la Iglesia y con la ayuda de algunos señores feudales, decidían invertir en una mega construcción, que era más necesaria que remediar la escasez entre las poblaciones.
Ya sé que esto no gusta, hay demasiados estómagos llenos, que cada día saben que no faltará sus platos de comida para volver a saciarse, que prefieren que en sus ciudades haya arte o cultura, también le llaman así, antes que logremos un sistema social que nos favorezca a todos. Para mí la piedra es piedra y nunca le voy a dar el valor que tiene la humanidad, la gente, los pobladores y sus necesidades.

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