sábado, 6 de abril de 2019

UN BRINDIS POR UN VALIENTE



Lo más significativo para mí que ha dado de sí la semana, ha sido ese marido que por amor ha ayudado a morir a su esposa tras un montón de años cuidándola sin que la esposa tuviera alguna posibilidad de mejorar y dejar tras de sí el sufrimiento que padecía.
Se ha reproducido en vivo el contenido de la película: Mar adentro, creo que era así como se titulaba ese film, que recreaba la vida de un señor que cuando joven sufrió un accidente en el mar y quedó parapléjico y que una amiga ayudó a morir como era su deseo.
Siempre he sentido que nuestra vida es nuestra, no de los que hacen las leyes, nos pertenece, y nadie, ni siquiera la iglesia tiene derecho a opinar sobre lo que decidamos hacer con ella. Los que padecen son los enfermos y sus familiares cercanos, no los que se dedican a tirarse ladrillos a la cabeza y llevarse cuanto pueden… ¡joder!, que mala opinión tengo de los políticos. Lo lamento, la historia podría haber sido bien diferente, pero es la que es en gran medida, gracias a las fechorías de los que han estado y están en el hemiciclo parlamentario. No todos, evidentemente, pero sí que van a tener que hacer un gran esfuerzo para que podamos creer en ellos.
La eutanasia, la muerte digna y voluntaria, llámenle como quieran, es algo que no se debe someter a debate, es algo sobre lo que nadie debe tomar parte mas que las personas afectadas, muy especialmente el que está padeciendo la enfermedad, el dolor, la incapacidad de vivir con plenitud y normalidad. Es esa persona la que tiene que disponer de ella misma, de su vida, para poder poner fin cuando lo tenga decidido, meditado y esté convencido/a de que es lo mejor para él o ella.
Ya está el marido en la calle por mucho que le pueda pesar a ciertos charlatanes políticos y de la curia, ahora deberían sucederle otros muchos casos como este, unos tras otros, sin remedio, sin tiempo a rehacerse el escenario jurídico, porque contra la injusticia que provoca dolor e infelicidad, solo hay una vía posible, hacer uso del derecho individual, la desobediencia, la lucha, la valentía, la insumisión, dar la cara, decir al sistema que está equivocado, que es nuestra vida y que no le pertenecemos, que no nos siga tratando como súbditos suyos sino como humanos de pleno derecho, inteligentes y capaces de decidir qué queremos hacer, hasta dónde deseamos vivir…, hasta donde llegamos soportando y en qué condiciones, como para poder seguir llamando a esta manera de afrontar cada día, vida.
Como he dicho muchas otras veces, hay mucho por hacer, pero para ello, y para hacer lo que se debiera hacer, primero hay que llegar a ser mucho más humano. La gente que dirige no lo es, al menos no lo suficiente como lo demuestra el tema de hoy y muchas otras cosas legisladas por intereses privados de unos pocos, ignorando a la mayoría de la ciudadanía. Hacen falta algunas cualidades y valores esenciales para dirigir bien, para ser lo más justo posible con todos. Mientras cada paso se dé para alcanzar un objetivo en el que siempre está reclamando atención el dinero y, con él el poder, seguiremos en la misma inmundicia social mundial, constantemente al borde de que a uno de esos locos le dé por pulsar el famoso botón rojo nuclear y todo salte por los aires. Estaremos viviendo apretados y empobrecidos para que unos pocos se lleven toda la ganancia mundial, al tiempo que inventan escenarios y argumentos que nos cohíban y limiten.

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