sábado, 20 de abril de 2019

UNA LLUVIA DE ABRIL MUY PECULIAR

                                                      Imagen: www.diariodesevilla.es

Nos vamos a situar en Sevilla, la tarde del día 18 de abril de 2019, hace dos días, he esperado para escuchar los medios al respecto. Yo estaba en casa, a unos quince kilómetros del barrio de Nervión, donde se encuentra el Estadio Ramón Sánchez Pizjuan (terreno de juego del Sevilla F.C.). Cito ese punto porque como pude ver en las noticias, los alrededores del estadio se anegaron en cuestión de minutos y todo quedó cubierto con una capa de granizo y espuma.
Cuando comenzó a llover, de inmediato mi casa, que por aquellos instantes mantenía una abertura pequeña en todas las ventanas, hizo que se percibiera en el interior un desagradable e intenso olor a gas. Algo inundaba la casa y me alerté, me levanté del sofá y fui, muy extrañado, recorriendo cada habitación al tiempo que iba cerrando cada una de las ventanas, pues observé que el olor procedía del exterior, de la calle, el viento lo traía. Abrí la puerta trasera de la casa, que da directamente al jardín y, ¡efectivamente!, todo fuera olía a eso, a ese tipo de gas, el olor que llevaba unos minutos percibiendo.
Fue cayendo agua y se fue inundando el barrio de Nervión. Mi suegra nos llamó para comentarnos que el patio de su casa se había cubierto de granizo y, con asombro, nos refirió que al hielo le acompañaba una especie de espuma. Hasta ahí supimos, no había más, pero yo interiormente hilaba la espuma con el olor a gas, para mí era como si la mierda que pulverizan en campos, los aviones esos que dejan las estelas de humo blanco que se convierten en nubes la mayoría de las veces y las toneladas de pesticidas que rocían plantas, árboles y cultivos de todo tipo… ¡amén!, los humos de los coches, los ensayos nucleares, humos de las fábricas, etc., se hubieran venido abajo arrastrados por la lluvia. Sin embargo, de este peculiar detalle de la lluvia caída en exceso, en poco tiempo y produciendo esta desagradable sensación olfativa, nadie se ha pronunciado.
Está bien que sucedan estas cosas para que nadie se crea que nuestros actos no tienen consecuencias. Para mí ha sido un efecto boomerang, el Planeta nos devuelve parte de la mierda, vomita el exceso que no puede digerir, pero para qué nos vamos a preocupar, ¿va alguien a ponerle remedio a esas tóxicas, peligrosas y cancerígenas pulverizaciones que a diario se esparcen a la tierra, al agua y al aire? Claro, en el momento que algún político mueva una pieza del tablero, la industria cancerígena pone el grito en el cielo además de la mierda que ya reparte gratuitamente y comienza el chantaje de los parados que quedarán en la calle. Díganle que sigan produciendo, pero productos naturales que se demuestre no hagan daño al medio ambiente ni a los seres vivos. Entre todos podemos hacer de este Planeta un lugar para vivir bien otro abultado número de siglos, pero algunos sabiendo que solo estarán por aquí, apenas uno, insensatamente han decidido ganar el máximo dinero en sus cortas existencias físicas aunque el tinglado se caiga a pedazos.
En este tema como en todos los demás, si dependemos de los intereses de unos y otros, estamos perdidos. Se deben establecer unos principios, que sean los que no dañen la vida, entre otros beneficios que se obtengan, y esa debe ser la verdadera regla del juego, ya que tanto les gusta que se nombre la misma. Estamos haciendo mucho daño a terceros y a nosotros mismos. Debemos aprender, tenemos que cambiar antes de que las condiciones sean irreversibles. Los mercados tienen prisas para poner nuevos productos en la calle, porque desean duplicar sus ventas. Se generan cantidades ingentes de material inservible como resultado de la actividad industrial. Nadie exige a las industrias que se haga cargo de su basura industrial. Nadie pregunta qué va usted a hacer con su mierda, cómo la va a hacer desaparecer sin provocar daño alguno. Ahora los Estados solo están preocupados de girar un impuesto por los residuos que van a resultar de la gestión industrial de tal o cual empresa, pero eso no remedia nada, el daño está ahí, se va a producir, lo permiten.
La prisa por vender se ha de tornar en procesos seguros y limpios. Los coches deben dejar de echar humos mientras sean peligrosos para la salud de las personas. Lo mismo debe suceder con los que salen por las miles de chimeneas o los colectores que la industria tiene instalados en el país, vertiendo humos tóxicos, con partículas nocivas o metales pesados. Si viviéramos en un mundo inteligente de seres inteligentes, y no en uno diseñado a imagen de la avaricia de los más poderosos, primarían esos aspectos y esos condicionamientos a los que hago alusión, pero manda el dinero de algunos y no la salud de todos.

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