sábado, 29 de febrero de 2020

ESTUDIAR PARA APROBAR Y OLVIDAR

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                                     Imagen: www.lavanguardia.com
Estudiar es maravilloso, podríamos decir que en el estudio se encuentra la esencia del saber, del aprender, y que con todo lo que se trabaja a fondo, uno se va formando y culturizando, pero eso sucede si hay tiempo para ello, si reposan los conocimientos, si el ritmo es el adecuado, pero ocurre que casi siempre hay demasiadas prisas, el profesor debe acabar un temario o, al menos, apurarlo cuanto pueda. Tal vez, los profesores tengan una obligación impuesta desde arriba para dar unos conceptos mínimos y corren, enseñan a la carrera porque hay que fijar la fecha del examen correspondiente, en gran parte de memorización de conceptos que en pocos días se  van a olvidar.
En el sistema educativo actual te meten demasiados datos en poco tiempo, las prácticas son escasas e igualmente apresuradas cuando las hay. En muchas ocasiones se dedica demasiado tiempo a perfeccionar sistemas arcaicos que no te vas a encontrar en la vida real, pero lo defienden diciendo que sin dedicar todo ese tiempo a eso, no sabrías interpretar lo que los ordenadores o las máquinas te facilitan. Creo que no estaría de más invertir el asunto, o sea, que se viera de paso lo que es obsoleto hoy en día, y se dedicara mucho más tiempo al trabajo que se acerca más a cómo se realiza hoy en el mundo laboral. Sin embargo, está ocurriendo lo contrario, lo que se ve de paso, mínimamente, son los procedimientos de trabajo reales y actuales.
Tengo que suponer que los señores y señoras, que programan lo que se debe estudiar en cada curso, deben ser personas sobradamente preparadas para ello, quizás, los mejores debido a la trascendencia que tiene la formación en la vida de todos los estudiantes para su futuro profesional. A pesar de ello, sigo sin llegar a comprenderlo del todo, la formación profesional tiene sus prácticas al final de haber cursado y aprobado todas las asignaturas, supuestamente para poner en práctica todo aquello que se ha aprendido desde las mesas de las aulas, pero cuando se llegue y se enfrenten los temas en la realidad laboral, puede que te suenen las cosas, que algo recuerdes, lo que estoy seguro es no podrás evitar sentir un poco o un mucho de inseguridad. El camino de la educación debe ir más por la enseñanza dual, estudiar al tiempo que se trabaja en una empresa, evidentemente, en el mismo sector y especialidad que se estudia. Creo que tan solo de esta manera sucederá que al acabar los estudios, las personas se sentirán adaptadas al puesto de trabajo, a las tareas propias del mismo y no padecerán esa inseguridad propia de la inexperiencia.
La memoria está bien y es necesaria, es nuestro particular disco duro en el que podemos encontrar información aprendida, pero todo no es memoria, hay que saber discurrir y deducir, hacen falta otras cualidades que permitan y faciliten resolver problemas, situaciones reales, a ser posible desde el primer día de trabajo, y eso se aprende viviéndolas. Cualquier carrera universitaria o Formación profesional, tiene y debe simultanearse desde el primer día de clase con un puesto de trabajo real en una empresa para que se lleve al mismo tiempo los datos, la información teórica-práctica con el desempeño real, con las situaciones reales de la profesión a la que se aspira en un futuro próximo. ¿Se imaginan un abogado recién titulado que se haya llevado todos los años de estudio asistiendo tres horas a un bufete de profesionales del derecho, viviendo en directo todos los lances propios de la profesión? Cuando esa persona acaba su carrera, a los cuatro o cinco años, está harto de ver casos de todos los colores, ha escuchado e intervenido en reuniones donde ha podido presenciar qué medidas ha adoptado el profesional que hacía de mentor, y ha aprendido no solo memorísticamente en las aulas, sino en la realidad del despacho. Igual en el resto de las profesiones, si la enseñanza fuera así, se evitaría esa etapa tan desagradable del titulado que se siente inseguro en el mundo laboral y, por tanto, representando un cierto peligro e ineficacia durante algunos años hasta que acumula cierta experiencia profesional.
Ahora viene la segunda parte, cómo se consiguen empresas para acoger a todos los estudiantes, de nuevo si no viviéramos en un sistema que va a por el dinero y lo antepone al aspecto humano y de mejora del colectivo, todos se prestarían, no tendrían tan en cuenta el retraso que puede suponer prestar atención al estudiante y a su preparación, no lo traducirían en dinero. La vista se asentaría a una distancia mayor, importaría la preparación del otro, no se le vería como oponente o futuro competidor sino como otro profesional al servicio de aquellas personas que lo pudieran necesitar y se le trataría de preparar lo mejor posible, no como sucede en algunos casos. ¿Alguien os ha comentado alguna vez de un “aprendiz” de alguna profesión, al que le han asignado un trabajador experimentado para que le ayude y vaya aprendiendo, pero que se queja porque trata de que no aprenda, no le deja ver ni le explica cómo soluciona los problemas, cómo arregla las averías, etc.? Esto es frecuente, lo he oído ciento de veces y lo he vivido en mis propias carnes. Hay quien quiere sentirse indispensable en su empresa y no comparte lo que sabe, trata de ocultárselo a sus compañeros… seguimos con la rivalidad y la mal proclamada competitividad. Tiene que importarnos los demás si pretendemos progresar como sociedad, también como humanidad. Eliminar al otro no es la solución por muchos que seamos en el mundo, lo es saber vivir con el otro, colaborar con el otro y abordar proyectos ambiciosos y revolucionarios con la ayuda de cuantos más mejor por el bien de todos. Hay muchos que siguen sin enterarse de nada.

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