jueves, 25 de marzo de 2021

¿QUÉ ESTAMOS HACIENDO MAL?

 Fin del debate: en «El grito» de Munch no hay nadie gritando

            ¿Verdaderamente estamos machacando el medioambiente o es un invento de algunos para continuar con la domesticación social? ¿El virus del COVID, en la versión última, con sus correspondientes mutaciones imprevisibles, es de aparición espontanea o provocada? ¿Las vacunas son tan eficaces como dicen y tan inocuas como nos quieren hacer saber? ¿No hay por qué tener miedo a la vacuna de AstraZeneca, ni acentúa tu posible predisposición a sufrir accidentes vasculares? ¿Es seguro recibir masas de viajeros desde el extranjero, aunque a nivel nacional no podamos movernos libremente entre Comunidades Autónomas? ¿Cobraban o no sobres en negro los que desde hace unos días han desfilado por los juzgados, aunque haya sido por videoconferencia, para dar supuesto falso testimonio de algo que ya quedó probado en la Audiencia Nacional y en el Tribunal supremo… la caja B del Partido Popular?

            Son demasiadas preguntas que la falsedad de las personas, la deshonestidad de muchos, el egoísmos de otros tantos, la prevaricación de autoridades de todo tipo, etc., nos dejarán con la cancioncilla revoloteando alrededor de nuestros oídos, pero sin que se llegue a hacer justicia, como viene siendo costumbre. Cualquier persona sensata se harta, se aburre de tanto delincuente de guante blanco, de famosillos personajes de pantalla de televisión que han hecho tanto mal a nuestra sociedad, solo por conseguir un nivel de poder y una cuenta bancaria en algún paraíso fiscal, mayor a la de sus allegados o conocidos. Esta sociedad seguirá siendo una caca mientras cada cual tire para su orilla sin tener en cuenta al resto de los mortales. El potencial para avanzar casi sin fuerza de rozamiento se pierde en cuanto nos enfrentamos, sin argumentos, sino con egoísmo, arrogancia y prepotencia, para alzarnos por encima de los demás y no junto a ellos. Una embarcación avanza con celeridad cuando se rema al mismo tiempo y con continuidad. El trabajo colectivo se pierde o, diluye, cuando se exalta tan entusiastamente la competitividad entre la gente en lugar de la colaboración.

            Te cansas de vivir rodeado de tantos intereses individuales, de tanta falta de respeto por el prójimo, de tanta desconsideración por los demás, del ninguneo, de la incomprensión, de la falta de un mínimo de esfuerzo por llegar a entenderse. No todo vale en esta existencia terrenal, o no debiera valer. El dinero es lo que es, un convencionalismo acordado por el que un trozo de metal o de papel dice tener un valor aceptado por todos, pero que ni el uno ni el otro vale lo que cuesta ganarlo. En la pandemia se ha hecho la puñeta a cantidad de negocios que han dejado de recaudar, siendo su repercusión que las personas, sus trabajadores, se vayan a una situación laboral extraña similar a estar desempleado temporalmente (ERTE), que las empresas cierren, o estén más cercanas a hacerlo. Esto es el timo de la estampita, cualquier crisis es aprovechada para que suceda algo que siempre fastidia a la población más humilde, por lo general. De la anterior crisis, los bancos sacaron su tajada, habiendo propiciado la debacle financiera con su desmedida codicia especulativa. Los políticos siempre salen airoso de cualquier burbuja como la inmobiliaria, para eso legislan en cada momento lo que más les conviene. Tienen contacto directo con los grupos de inversión y les colocan miles de pisos resultantes de propietarios que no pudieron abonar sus hipotecas, primero colaboran para que la burbuja inmobiliaria exista, después hacen negocio con las propiedades. A los familiares los colocan en los mejores puestos, y si no existen los crean para asegurarles el futuro. Los que no tienen futuro son los parados de larga duración, los de avanzada edad, los jóvenes que aun teniendo estudios no encuentran un puesto de trabajo adecuado para poder proyectar su propia vida.

            Si entras en las redes sociales, cantidad de gente se pasa los días a cañonazos contra todos los que piensan diferente, en lugar de ponerse de acuerdo para crear algo distinto que satisfaga a ambas partes. Lo que han llamado reglas del juego se refiere a un juego viejo y manio. Un juego que beneficia a unos pocos, que procura privilegios para los de siempre, y que nadie da el paso en firme para demoler y levantar un edificio moderno, social, colectivo y que asegure la convivencia, el bienestar y el progreso de todos, así como del país. Parece que hay una banda de desalmados dispuesto a enriquecerse en cuatro días, y si puede dar el pelotazo al segundo día, mejor que mejor.

            Ya está bien de tanta rivalidad geopolítica, vamos a bajar las armas, vamos a firmar acuerdos de paz por todo el Planeta, vamos a achatarrar todo el acero empleado en armas. Vamos a utilizar ese acero en otras labores que sean más necesarias. Vamos a caminar como humanidad para conseguir vivir bien todos, sin dejar a nadie, a ningún pueblo, detrás. Cambiemos el chic, apostemos por el amor, única moneda que asegura la felicidad de la gente. Mucha gente está empleando su tiempo en acciones dañinas o peligrosas para los demás, porque su único objetivo es el dinero. Dejemos sin valor el dinero, hagamos una sociedad mundial donde todos sigamos haciendo lo que hacemos, por mucho menos tiempo, entre todos y para todos. El dinero hace mucho mal a la humanidad porque es un invento innecesario para que el hombre domine al hombre y le retenga a su servicio.

 

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