sábado, 13 de marzo de 2021

SOBRE LA EUTANASIA Y LA MANIPULACIÓN MEDIÁTICA

 


Últimamente sigo poco las noticias, el sistema cada día me interesa un poco menos, pero la manipulación, parte integrante del plan de desinformación de los medios masivos, en los que cada uno barre para su casa, aún me interesa menos, no sin despertar asombro por lo que son capaces de componer. En un informativo de Cesar Vidal difunde que, poco más o menos, se ha firmado una ley que deja en ridículo el holocausto nazi, que si los señores de las batas blancas van a matar a diestro y siniestro, que si van a ir contra los enfermos crónicos para quitarles la vida, etc. Tanto horror periodístico, si se le puede llamar así al augurio de un catastrófico mañana, no cabe en cabeza alguna. Además mezcla lo que le conviene, cuando dice que para evitar el sufrimiento de los moribundos ya están los cuidados paliativos, esa es la única verdad que ha dicho. Cierto es que hay unidades de sanitarios especializados en dichos cuidados para evitar la agonía de las personas con enfermedades incurables y cercanos a su final, pero para mí no está ahí la clave y la razón de ser de esa ley. Lo mollar del tema que nos ocupa, es el derecho a decidir sobre nuestras vidas, no que lo hagan las autoridades de ningún tipo y posición. Nadie legisla para aniquilar enfermos mentales, como también ha dicho el personaje periodístico citado anteriormente, o personas con diabetes, que también ha sido otro ejemplo mencionado por el mismo. Pero si alguien vive una vida que no le merece la pena vivirla, como esos casos de tetraplejia, enfermedades sin cura, que hacen sufrir más allá de lo que los enfermos quieren seguir padeciendo ¿por qué no van a poder decidir, en su pleno juicio, lo que quieren hacer con sus vidas? Es más, voy más lejos de adonde apunta esta ley, cualquiera en sus cabales debería poder decidir cuando quiere dejar de estar aquí. Por mucho que empaticemos, siempre nos faltará estar dentro del cuerpo del otro, sentir lo que siente, tener las expectativas del otro, conocer al cien por cien su dolor, lo que le cuesta el día a día; no motivo a nadie a hacer lo que no desee hacer, es una decisión muy íntima y personal, todos sabemos que cuando se desconecta no hay vuelta atrás.

Si hay periodistas que piensan eso, por qué no se dirigen de inmediato a un juzgado para denunciar al Gobierno por genocida. Esos otros que atribuyen al Supremo el papel protagonista sobre la vida, esos que se dan golpes en el pecho, esos que hoy defienden la vida, amparan a una institución millonaria que en tiempos ordenaba que quemaran en la hoguera a los que se atrevían a pensar de un modo diferente. Amparan a una institución que se ha valido durante siglos de la manipulación de los pueblos mediante el miedo al castigo divino. ¿Dónde está Dios, que nadie le ve, entretenido mandándonos el castigo de la pandemia? ¿Los animales son menos dignos de conservar su vida? ¿Acaso la energía de vida no es la misma, la nuestra y la de ellos? Aborto no, eutanasia no, pero millones de animales asesinados de mala manera, degollados y desangrados, sí. De nuevo topamos con la iglesia, que la panza del clero hay que llenarla. El negocio es el negocio, y la industria alimentaria sabemos que está en manos de multinacionales bien emparentadas con familias celebres de banqueros, los mismos que tratan de controlar la industria farmacéutica, armamentística, tecnológica o controlar el poder en el mundo. De esto no hablan porque esos mismos son los dueños de los medios de comunicación. El objetivo es crear las particiones necesarias para tenernos enfrentados, para dividirnos, para que no podamos llegar a ser una fuerza social y mundial gobernable por corruptos y delincuentes.

Si saben, o dicen saber, qué pretende tal o cual ley, por qué no arrojan un poco de luz para acabar con el hambre en el mundo, la esclavitud, la trata de personas, las drogas, la corrupción, los abusos de todo tipo, las guerras, el odio, etc. Por qué no difunden esquemas de un mundo mejor, sus ideas, sus propuestas, por qué no hacen algo más que cejar la opinión pública, manipulándola.

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