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No es solo que nadie sepa cuánto dura el efecto de las vacunas, sino que los medios de “desinformación” que tanto se les llenó la boca de inmunización, se han silenciado. Es lógico que callen, primero por el mal uso que hacían del término, pues no se ajusta a la verdad como en tantas otras ocasiones en las que informan de manera sesgada. En segundo lugar se ha hecho incompatible persistir ante las elevadas cifras de contagios e ingresos hospitalarios, muy parecidos a los de la primera ola, a esos terribles momentos en el que nos vimos sorprendidos por un agente desconocido y peligroso, el virus.
En su día ya lo dije, la gente enfermaba y alguna moría, pero siempre me pareció que el espantajo, el miedo rociado a través de los altavoces de los equipos de radio y televisión era más abultado que los porcentajes de muerte que producía la pandemia en relación a los millones de habitantes que pisamos este Planeta. Con ciertos porcentajes parecidos a los actuales no había manera humana de combatir el mal que no fuese aislándonos, dejando de vernos, distanciarnos y confinarnos, pero ya hacen más de treinta y de cuarenta grados, y el jajaja, y el jijiji festivo de pantalón corto, música discotequera, fiestas clandestinas, humillo “colocante”, terrazas abarrotadas y protestas de los que veían que se perdía el negocio de la estación estival, impide que los mismos números de contagiados en estos momentos con respecto a cifras iguales antes del verano, tengan similar trascendencia o gravedad.
Los viajes de fin de curso no podían dejar de hacerse, los turistas de países con altas cifras de contagio no podían dejar de venir, los casos en las islas que estaban casi vírgenes se han disparado, casi en toda la geografía mundial aumentan sin control los contagios porque a la gente se le ha permitido pasar del confinamiento al descoque, ¡claro nos fueron preparando… “estábamos inmunizados”! ¡Pues toma inmunización!, se contagian hasta los vacunados. O sea, estábamos vacunados, eso sí, pero nunca estuvimos inmunizados, pues como vemos, al ponernos en contacto con personas enfermas, con o sin síntomas, enfermamos.
La dirección no sabemos a qué atiende, si a criterios sanitarios o comerciales. Si es a ambos, ¿en qué porcentaje? ¡Esta sociedad aburre!, el sistema es corrupto como ya sabemos, la gente opera en él para sacar tajada. Hay mucho granuja diciendo que hay un equipo de especialistas, no sé si le llamaron el comité de expertos que nadie ha podido ver o entrevistar. Hay mucho gobernante que nadie conoce para quién legisla, pues a veces empeora muy mucho la situación social y económica. Hay cantidad de gente cobrando de todos nosotros sin aportar decentemente, al menos, el equivalente a lo que se lleva. Siempre ha habido cantidad de gente ocupando cargos al tiempo que saquea a la ciudadanía. El caso es que, volviendo a los contagios, abren y cierran la mano dependiendo de circunstancias ajenas a la población. Prohíben para obtener beneficios propios, legislan a las órdenes de ciertos empresarios y banqueros. Se retiran en puestos bien remunerados que nada tienen que ver con sus experiencias y formaciones… ¡se valora el tráfico de influencia!
Ahora crean una quinta ola que se debe al comportamiento de cierta gente, pero que no es más que esa apertura de manos interesada. Ellos dirán: “A tirar de recursos sanitarios aunque se paralicen intervenciones de cirugías necesarias o tratamientos para enfermedades graves”. A ellos que más le da, si cuando necesitan ser vistos por un médico van a la privada, a pesar de que su propaganda sean los servicios públicos. Van a las clínicas privadas, sus hijos estudian en colegios concertados o totalmente privados. La incoherencia es total.
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