jueves, 10 de diciembre de 2015

DIVERTIRSE ESTÁ BIEN, MOLESTAR NO

                                                   Imagen: www.nuevatribuna.es


Hace unos días paseaba alrededor de la urbanización y comencé a oír las detonaciones propias de los petardos. Se oía una tras otra y me imaginé a varios niños encendiendo petardos y lanzándolos al aire para que explotaran. Imaginé a esos mismos niños divirtiéndose, riendo, corriendo una y otra vez en dirección contraria hacia la que estarían lanzando los petardos. Me lo imaginaba porque les oía, pero desde donde estaba no les veía.
Al mismo tiempo que pensaba en esa inocencia, pensaba en los vecinos de las casas cercanas a donde sucedía aquello. Pensaba en las molestias producidas a esos vecinos que quisieran dar una cabezadita, escuchar la televisión, estuvieran enfermos y, ahora, sobresaltados.
Pensé en los animales de compañía, que tanto sufren con el sonido de las explosiones de los petardos y los fuegos artificiales. Pensé que la llegada de la Navidad no debería ser un momento que permitiera molestar a otras personas.
Pensé en los padres de aquellos niños, que habían ido a algún establecimiento a comprar aquellos petardos, y comprendí que ponían en peligro a sus hijos, provocando una molestia a los vecinos, y que lo habían hecho para ofrecer una diversión egoísta a sus hijos. Sí, egoísta, porque lo que ha perseguido tal acto, es que sus hijos lo pasen bien, sin atender a las repercusiones hacia el resto de los vecinos y animales de compañía de estos. Solo han mirado por sus hijos, aunque proporcionándoles un divertimiento que puede causarles daños.
Suelen ser los mismos, una minoría, que repite cada año, perturbando la tranquilidad del vecindario y no educando adecuadamente a sus hijos. Pues de esa manera no advierten a sus hijos de que cuando explotan petardos, causan molestias a las personas y a los animales. Los niños crecen viendo normal que ellos hagan lo que le venga en ganas, en lugares públicos, sin consideración del resto de personas y vecinos, lo que podrá crearle problemas en el futuro.
Hay que empezar a educar por las pequeñas cosas, para que el respeto se instale en sus vidas. Eso les facilitara una vida más respetuosa y con muchas menos confrontaciones o discusiones absurdas con sus semejantes.
No educan mejor los que más caprichos les dan a sus hijos, sino aquellos que les hacen razonar que vivimos en comunidad, y que deben cuidarse de sus actos que puedan repercutirles a otras personas. Mejor educan los que enseñan a sus hijos a respetar los enseres que son de todos, los mobiliarios, las paredes, las farolas, los cristales de las ventanas, los bancos, etc. Mejor lo hacen todos aquellos padres que se preocupan de saber qué hacen sus hijos cuando ellos no están delante y con quién se reúnen.
Como siempre se ha dicho: “el arbolito hay que enderezarlo desde pequeñito”, solo así conseguiremos un árbol hermoso, con un tronco fuerte y recto. Igual con los chavales cuando comienzan a relacionarse, y se les va dando libertad o autonomía. Se les debe haber enseñado una mínima educación para que se relacionen con respeto.

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