viernes, 25 de diciembre de 2015

EN MEMORIA DE MI AMIGO JEAN




Hace dos días su cuerpo dijo basta, el reloj de su vida se paró y mi amigo Jean dejó de estar con nosotros, al menos en el plano físico. Su nombre es el que he mencionado, aunque todos le conocíamos como John. Era un hombre mayor, que vivía como él me decía, íntegramente, para cuidar de su mujer, unos años mayor que él, pero la vida no le ha permitido una Noche Buena más, ni una Navidad más; aún peor, es que no le haya permitido cumplir su deseo de marchar después de su mujer, porque él no quería dejarla sola ni un instante.
Jean ha sido un vecino fabuloso, y una persona formidable, todos aquellos que le conocían saben que ha sido súper educado, siempre saludando a todos los caminantes y a los que pasaban al volante de su coches. Jean siempre tenía unos minutos para charlar contigo del tema que fuere, y cuando la cosa se ponía peliaguda, hacía uso de la frase hecha: “toco madera”, al mismo tiempo que se golpeaba la cabeza.
Jean ha sido una persona amable, servicial, alegre, siempre tenía una sonrisa en su boca; también era capaz de una crítica o de un gesto brusco en circunstancias aisladas, pero que de ningún modo anulaban la cantidad de buenos gestos y la atención o el respeto que siempre ha mostrado hacia las demás personas. Su carácter cada día se dulcificaba más, a pesar de que cuando se le metía algo en la cabeza era un poco testarudo, pero no llegaba la sangre al río nunca. A mi me han parecido siempre unas excelentes personas, él y su señora, por lo que les tengo un gran aprecio, y he sentido mucho que nos haya dejado, pues estoy seguro que su vida podía haber sido más larga, Jean era un hombre que había hecho deporte durante toda la vida.
En las últimas semanas, que tuvo que acudir con una frecuencia, inusual en él, a las consultas de urgencias médicas, los sanitarios solían destacar el estado físico de Jean, porque su cuerpo era como el de una persona mucho más joven. Jean era alto, delgado, fibroso, y no tenía barriga, algo que es tan común en casi todas las personas que tenemos una cierta edad.
He seguido de cerca la enfermedad de Jean, y no siendo nada objetivo, pero con los hechos ocurridos por delante, me temo que Jean ha sufrido una sucesión de errores o descuidos médicos, debido a que tenía el hábito de fumar, y no le exploraron con la profundidad que el caso merecía. Ya es tarde para culpar a nadie porque nada va a remediar su pérdida, que es lo que sentimos sus familiares, y sus amigos.
Se nos ha ido una buena persona, y he querido recordarle escribiendo unas letras en su memoria, que nunca serán bastantes para compensar la amistad que hemos tenido durante los años en los que el destino quiso que viviéramos en la misma urbanización. ¡Adiós, amigo Jean!, o como le gustaba a tu madre: ¡adiós, John!, creo que siempre te recordaré, te doy un abrazo con mi mente, que espero recibas allá donde estés, y deseo que encuentres el camino de luz, tan anhelado por los discípulos y tan transitado por los maestros. El camino de luz que te devuelva a casa.
                                             Con todo el afecto de tu amigo Manolo.

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