En el tablero político todos
juegan sucio, van con estrategias, intentan pisarles los pies a los demás,
poner zancadillas a quienes pueden y compiten por arrastrar parte del
electorado para su casa. Hacen declaraciones en las que no se sabe si dicen
alguna verdad, se tiran los platos a la cabeza, se insultan y no se apoyan ni
en lo más mínimo. Cómo comprende esta gente que se pueden alcanzar objetivos,
hacer política, avanzar y progresar como sociedad y como país. Entendiéndose,
que cualquier avance o progreso va a repercutir positivamente en el bienestar
de las personas y, por tanto, es absolutamente necesario; pero tirándose los
trastos a la cabeza lo único que conseguirán es salir todos heridos.
La verdad del asunto no atiende a
colores, siglas ni banderas. No es cuestión de iconos, ídolos y todo eso. No se
trata de seguir a unos y para defenderlo pelear contra todos los demás. No
vamos bien por el camino de la divergencia y la fragmentación de fuerzas. Hay
que aportar ideas y consensuar lo que sea mejor para todos, en especial para
los más retrasados… las clases menos pudientes. Hay que elevar el nivel social,
cultural y educacional de toda la población. Hay que buscar las fórmulas para
industrializar el país, para fomentar la investigación y el desarrollo. Hay que
ser potentes en el ámbito de las patentes, permítanme el juego de palabras. Muchos
políticos, en definitiva, no se han enterado de nada; sobre todo, no
entendieron que se deben a las personas, que lo suyo debiera ser vocación de
servicio público y no una carrera política profesional que se perpetua en el
tiempo. Al menos no lo debe ser, si no es porque la población insista en que se
quede por lo extraordinaria de su gestión, su honestidad y el bien que genera a
la sociedad.
Una vez leído hasta aquí nos
paramos a comparar con lo que vemos cada día en televisión: la lucha entre los
azules, los rojos, los morados y los naranjas… es ahora cuando nos damos cuenta
del error, del esfuerzo que hace cada cual en una dirección, y así no se arreglan
los problemas de la gente. Se pierde cantidad de energía en la pelea interna
parlamentaria, en lugar de arrimar hombros y perseguir objetivos utilizando las
aportaciones de cada ideología, seleccionando las más factibles y eficaces. El
coraje que da, es que no se enteran y es relativamente fácil… humildad, mucha
más humildad. Hasta que cada uno no sea capaz de darse cuenta de que no está
ahí para hacer grande a su partido sino al pueblo español, a su gente, a su
industria, etc.; no habrá entendido de qué va esto de crecer en todos los
aspectos. ¿Recuerdan la crisis del PSOE?, lo digo como un ejemplo, todos
hablaban de no poder dejar caer el partido, de sus ciento cuarenta años de antigüedad,
de hacer un PSOE más grande, de fortalecerlo, de coserlo…, etc., ¿ven?...
partido, partido y partido, nadie hizo un alto en el camino para llamar la
atención sobre la gente y su deber con ellas… como mucho alcanzaban a la
militancia. Los políticos se enrocan en su castillo y no ven más allá, pierden
el horizonte y las dimensiones reales de las cosas y los problemas.
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