Cuando veo la exposición en el
Parlamento de algún diputado, representante de algún grupo minoritario, siento vergüenza
ajena ante la desconsideración hacia esa persona, por parte del resto de los
partidos prepotentes de la bancada parlamentaria. De repente, la cámara abre el
plano y enfoca los sillones de todos aquellos diputados que se van y no
escuchan lo que esas personas, diputados como ellos, tienen que decir. ¿Acaso
no se les paga para asistir y debatir, o solo cobran por largar su perorata y jugar
con tabletas y móviles?, ¿el resto del sueldo que se lo ganan en la cantina
tomando copas y despreciando el discurso de los demás? De nuevo, tenemos
ejemplos de lo desarmado de muchos personajes y de la impudicia que inunda las
filas políticas.
Es muy irrespetuoso por parte de
muchos políticos, que se levanten y salgan, a propósito, para no escuchar a
algunos de sus oponentes. Esto no debería estar permitido. Esto no es serio y
la imagen que se da delante del pueblo es de pura desvergüenza. Habría que
sancionarles de algún modo. Nadie se ausenta de su trabajo cuando le viene en
ganas y, mucho menos, se puede pasar toda la jornada laboral jugando con
tabletas o móviles. Lo que digo se ve a diario en las sesiones del Parlamento,
en todas las sesiones y, últimamente, hasta en las comisiones, ¿vieron a
Cristina Cifuentes mostrando su poca educación, al ser preguntada y no levantar
su mirada de su móvil?, ¿qué categoría de personas son estas gentes?, ¿recuerdan
cuando Celia Villalobos fue cogida, in fraganti, jugando al Frozen mientras,
supuestamente, dirigía una sesión parlamentaria? ¡No hay derecho a que nuestros
servidores políticos sean de esta catadura moral y ética!
Si no les convence el oficio, que
se marchen. Esa es otra forma de tirar o malgastar el dinero público… yo no
pago impuestos para que unos señores agarren un pico, mientras juegan a las
maquinistas en lugar de cumplir con sus obligaciones. Dejar la bancada para
eludir el discurso de otro diputado es ofensivo, es un gesto de prepotencia
política. Es desconsiderado, es insultante, es irrespetuoso, es descortés y
grosero. La Presidenta del Congreso, “la del decoro”, debería impedir que esto
sucediera, pero como es de la misma cuerda, qué vamos a esperar de ella. No son
personas con vocación de servicio público, son profesionales de la política;
gente que se ha infiltrado para poner en marcha la maquinaria de la corrupción.
Ahora no saben pararla y no desean dar explicaciones de lo que han hecho y de
lo que hacen; prefieren no escuchar cuando son interrogados y jugar con sus
tabletas y sus móviles. ¡Así se gasta una buena parte de nuestros impuestos!
Primero se regalan a sí mismos portátiles, tabletas y móviles de alta gama con
nuestro dinero; luego, juegan con ellos cuando deberían estar trabajando.
Muchos políticos, o son unos cachondos, o son unos degenerados; más bien lo
segundo… ¡ese es el circo, Sr. Hernando, su circo, el de ustedes! Son ustedes
los que hacen los diferentes pases de payasos, equilibristas, trapecistas,
domadores, escaqueadores, corruptos, etc.
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