Te ruego que escuches la música mientras lees
La solución está en ti, no la
busques en nada externo, tú eres todo el conocimiento, todo el saber, la sabiduría
misma eres tú. Todos somos la inmensidad de lo que es, aunque nos creamos ser
un poco de ella. Con ese poco hemos fabricado nuestro personaje, quien creemos
ser. Pon una música hindú, escucha a Ravi Shankar, por ejemplo y deja que te
gire la cabeza, que de vueltas, permítele que flote como un velo de colores
anaranjados que sigue el ritmo de la música mientras se precipita al suelo a
cámara lenta. Mientras el velo surca la habitación de un lado a otro, no
terminando de caer, la música hace redobles de tambor y el sitar destila notas agudas
con un cierto vibrato típico de la música clásica de la India.
¡Ay, la India!, la tierra mística
que tantos gurús ha dado, que tantos maestros y tanta enseñanza ha exportado al
resto del mundo. Escucha los sonidos del despertar de la música de Ravi Shankar.
Es mi invitación de hoy, si eres capaz de sentirla y permaneces en silencio vibrando
con ella. Imagínate que has llegado a un lugar sagrado, a un templo del
despertar, a un ashram. Cuando entras te descalzas, sientes el suelo con tus
pies, caminas despacio hacia un espacio disponible entre las personas que
permanecen sentadas frente al gurú. Hay un olor intenso a incienso y se oye la
música suavemente, de fondo. Nadie habla, nadie se mueve, todos meditan hacia
dentro de sí. Todos tratan de reunirse con la totalidad que somos cada uno de
nosotros. De la que nos distanciamos por nuestra forma de vivir, por nuestra
educación, por la ignorancia de la civilización occidental en este campo. Así que
te sientas, recoges tus piernas y hace como los demás… te mantienes erguida y
en silencio. Te dejas llevar por los sones y pronto tus ojos se cierran… ahora,
la música está dentro de tu cabeza y, poco a poco, la música transita todo tu
cuerpo hasta llenarlo… ahora, tú eres la música; cada nota de la melodía la
eres tú. Tú ya no eres quien llegó y se sentó, sino música. Aquella
desapareció, ya no está sentada, es aire, flota sin peso elevándose con cada
entonación musical.
El incienso te envuelve, se mete
en ti a través de la respiración hasta conseguir que solo seas el humo flotando
por la habitación; y sin abrir los ojos tienes una visión en tres dimensiones
de todo el espacio de aquella sala en la que permaneces sin hacer algún esfuerzo
para quedarte allí. El ritmo de los palos y el sitar continúa y tú te has
convertido en la danza que surca la sala. Eres el humo del incienso que sigue
las notas de la armonía que hace vibrar al aire, y tú eres aire en aquel
momento, y eres música, y eres humo… y arte.
De repente, se hace el silencio,
otro silencio… la música deja de oírse y caes dentro de ti, desciendes a lo
físico y te ajustas al envoltorio, a la norma, a la regla… vuelves a sentir tu
cuerpo… estás ahí sentada en la sala, rodeada de gente como tú que retorna de
la totalidad que es… la que somos todos aunque todavía no lo creamos. ¡Qué seas
muy feliz cada día de tu existencia!
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