El precio de cerrar los anillos,
los círculos abiertos, es solo un acto de responsabilidad y coherencia. No
basta con hablar con elocuencia y prometer o comprometerse, hay que cumplir la
palabra dada, aunque cueste tiempo, esfuerzo, dinero, etc. La paz llega con la
promesa cumplida, con el gozo que produce hacer por otro, ser agradecido y mostrárselo.
Esta mañana tomamos el coche y
fuimos a Sanlúcar de Barrameda, en Cádiz, para tener el gusto de regalar unos
langostinos de primera, frescos y hermosos, así como unas botellas de vinos, a
un amigo enfermero y a un neurocirujano que nos han dispensado un trato
excepcional. Para nosotros ha sido extraordinario, aunque para ellos, debido a
su gran profesionalidad haya sido un caso más, porque a todos los pacientes les
dispensen igual trato. Apuesto que es así… dos grandes personas y dos grandes
profesionales no hacen distinciones… siempre hacen lo mejor que saben, que es
lo mejor para las personas que están enfermas.
Cómo no vamos a estar
agradecidos, ¿han tenido a su madre diecinueve meses en la cama por una
dolencia de la columna vertebral?, ¿saben cuánto le he visto sufrir?, ¿cómo
debían ser los dolores, que mi madre pedía que le diéramos algo y le quitáramos
la vida?, ¿saben cuántas lágrimas ha vertido en esos diecinueve meses? Y ahora
viene lo más delicado del asunto: el primer neurocirujano que le atendió, solo
sabía decirle que tuviera paciencia, que había mucho riesgo de ser intervenida,
nos llegó a decir a mi padre y a mí que podría morir en el quirófano, ¿con qué
ánimo nos lo decía?; mientras tanto, mi madre rabiaba si abandonaba la cama o
se movía, permanecía siempre boca arriba, comía en la cama. Tan solo se
levantaba para ir al aseo y, cuando volvía, lloraba desconsoladamente. Fuimos,
mi padre y yo, a hablar con aquel neurocirujano y, ante nuestra insistencia,
culminó espetando que sus manos no la iban a operar… solución, cero.
Ante esas circunstancias y que mi
madre no mejoraba, comenzamos otros caminos alternativos para buscar una
segunda opinión, hasta que a través de mi amigo logramos que la viera otro
neurocirujano, que tras varias conversaciones con el anterior especialista
consiguió que le pasara el expediente de mi madre. A partir de ese justo
momento, el tono de las conversaciones albergaba esperanza y positivismo, que
se han visto patentes en el día a día tras la intervención de las santas manos
de esta persona. ¿Cómo no íbamos a coger el coche e ir a Sanlúcar en un viaje relámpago
para hacerles saber de nuestro agradecimiento? Había que hacerlo así, pues les
hemos traído los mejores langostinos frescos que hemos encontrado en el
mercado, capturados ayer, los mayores, los más caros… porque se los merecen y
es nuestro gusto que se deleiten con lo mejor. Si traes lo mejor, que te lo
preparan en unos pequeños contenedores de corcho blanco (porexpan), nuestra
obligación era entregarlo en el menor tiempo posible; así que entre las cuatro
y las cinco de la tarde hemos tenido la gran satisfacción de dejarlos a sus
esposas, junto a un par de cajas de vinos de Delgado Zuleta… de lo mejor. Ya
solo nos queda desearles: ¡Buen apetito!, ¡Salud!
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