¡Qué me rechina cuando el Rey refiriéndose
a su Institución dice: “La corona”! No necesito corona, no quiero un Rey ni una
Casa Real, no veo en él a nadie que hace algo por mí sino a un clan al que hay
que mantener. Está fuera de los tiempos modernos esa figura añadida al país, no
lo percibo como algo normal, más bien, es un anacronismo.
Hace lo que puede, como Rajoy, lo
que sucede es que hacen bastante poco, por ejemplo en toda la problemática catalana,
no hicieron nada, no negociaron nada, no dieron espacio a la democracia, porque
lo que piden los catalanes pudiera desembocar en una caída secuencial de naipes.
De momento, los catalanes querían que les autorizaran un referéndum vinculante
que pudiera llegar a decidir si Cataluña se independizaría de España; lo cual
no sería así si se les hubiera dejado votar, ya que se sabía que el número de
independentistas era muy inferior a los que no lo eran. No obstante, la torpeza
de quienes gobiernan y la inacción de ambos: Gobierno y Rey, ha llegado al
callejón sin salida en el que nos encontramos. O es por la fuerza en un
sentido, o lo es en el otro, unos defienden las leyes obsoletas, otros
defienden un camino de libertad al margen de España. Les ira bien o no, pero es
como todas las cosas, si no se experimenta nunca se sabrá, pero una de las
partes tiene a los cuerpos de seguridad a su servicio para impedir por la
fuerza de los palos que España se fracture, como ellos dicen. El Rey habló ayer
pero no dijo nada, ninguna solución más que la defensa de lo que suele
apostillar el Gobierno y la resolución del conflicto por la fuerza, amparados
en las leyes del siglo pasado. Ninguna mención para los heridos, que no debían
ser españoles. Ninguna opinión de la actuación de algunos agentes, que tiraron
a las personas escaleras abajo, de cualquier manera, incluso al energúmeno que
se le vio saltando desde varios peldaños más arriba para caer, a propósito, con
los pies sobre alguien que yacía en el suelo; en definitiva, algunas acciones
fueron de muy mal gusto, nada correctas, llenas de agresividad y violencia
desmedidas. Nadie desea una resolución del asunto por estos medios, bueno,
miento, algunos sí lo desea, ya lo han manifestado, han sonreído con lo
ocurrido delante de las cámaras, han aplaudido a los cuerpos de seguridad y no
han condenado a los que le han dado las órdenes de cargar contra la población
pacifica que solo quería ejercer el derecho de votar y decidir.
Decidir no se puede porque la
Constitución española lo impide, solo podemos hacerlo cuando los políticos
convoquen por su interés, entonces sí contamos todos para ellos, mientras tanto
no nos quieren para nada, para nada les interesamos. Solo esperan de nosotros
que no les compliquemos la vida, que no nos unamos y no nos movilicemos en su
contra y, por supuesto, que paguemos nuestros impuestos a tiempo para que los
dineros lleguen y se puedan pagar los servicios públicos, así como para que puedan
ellos destinar dinero a sus negocios, se devenguen comisiones para sus partidos
y sobres extraoficiales para ellos mismos. Ellos son un club privado con
bastante pinta de ser mafiosos, que han instalado un sistema perverso de manipulaciones
y mangancia, que se niegan a perder. A las afueras del club toda la ciudadanía
reclamando justicia, libertad, mejores condiciones laborales, que no nos roben
más y que se termine la corrupción y la impunidad. Ellos siguen dentro hablando
de sus negocios, las puertas están cerradas y el doble cristal de las ventanas
impide que trasciendan las voces que propagan las quejas y las demandas de la
población. El Rey también se encuentra dentro del club y, tal como hacen los
demás, ignora a la ciudadanía que está agolpada a las puertas de aquel bunker,
donde ellos se sienten protegidos. Se abrieron las puertas y toda la turba
calló al instante, se dibujó la figura de una persona en la entrada y dijo: “marchad
a casa, esta noche no hay nada para ustedes, las cosas siguen igual, no ha
sobrado nada”. Ahí lo dejo, que cada cual interprete a su manera lo que he
querido decir.
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