sábado, 3 de agosto de 2013

IRREMEDIABLEMENTE


Irremediablemente, salvo en contadas excepciones, puedes hablarle a alguien de lo que sientes o piensas, es mucho mejor seguir una vía “mistica”, un camino de silencio, un vivir profundo de cada uno de nosotros, para no ser mal interpretado.
Cuando te expresas desde dentro, y estás viendo hermosura, belleza, y así te manifiestas, te pueden llamar adulador porque no ven o sienten, en aquel momento, desde donde tu estás sintiendo.
Si pides comprensión, apertura o flexibilidad, sobre un particular, pueden apostillar que tratas de dominar o manipular a los demás.
Te queda seguir apreciándoles y amándoles, pero desde tu silencio, no hay otra, salvo en contados casos, donde si se da la comprensión de lo que se dice o se hace. Afortunadamente, esto también sucede y los momentos se convierten en sinceros actos de amor, que irremediablemente conducen al gozo, a la unión, donde no me cansaría de decirte te amo, solo hay amor, y tu y yo dejamos de ser dos, en estos instantes, para ser solo vida sin más. Esos son momentos sin aditivos, donde ambos estamos presentes y la sintonía se hace patente.
Desde estas páginas, quiero pedirles perdón a aquellas personas que hayan recibido algo, cualquier cosa, una palabra, un gesto, etc. Y que considere no fue oportuno, lo haya interpretado como ofensivo, me haya creído un adulador, me haya considerado como un manipulador, o cualquier otra interpretación suya, que es muy digna en estos momentos. Por ser suya, porque estas personas en estos momentos y en sus circunstancias así lo entienden, y porque yo no soy nadie para hacerles cambiar de parecer, nuevamente les pido disculpas si se han sentido molestos.
Llevo años tratando de vivir un camino recto, donde tengan cabida los valores que tanto proclamo y con los que cada día trato de ser coherentes con mis actos, y por su puesto hace tiempo que me importan los demás. Los demás tienen irremediablemente que estar, la humanidad fracasará una vez tras otra si fomenta una vida de individualidades, en lugar de una vida de colectividad. Habrán puntos de inflexión, personas que momentáneamente destaquen en algún campo, pero la colectividad necesita evolucionar, interiorizar, compartir, crecer juntos, crear grandes proyectos que nos fomente el gozo interior, que es la auténtica felicidad imperecedera.
Una fiesta, está bien mientras dura, un objeto deseado produce una felicidad perecedera cuando se consigue obtener, pero esta felicidad o gozo decrece conforme pasan los días y se pierde la ilusión por tenerlo, o bien porque su uso o posesión ya es una rutina. Sin embargo, debemos ser más ambiciosos, en el buen sentido de la palabra, e ir a por el premio gordo. Ese premio somos nosotros, la conquista de nosotros mismos, establecernos en nosotros, establecer un nuevo orden, fomentar junto con los estudios y las especialidades actuales, la “asignatura” del conocimiento de sí, para poder llevar a cabo la conexión con la energía de la vida, conectarse al Internet universal.
La sociedad debe tener los mejores técnicos, artistas, profesores, científicos, etc., que procuren el desarrollo o progreso material de la humanidad, pero no debe seguir sucediendo como hasta ahora; que la humanidad se ha volcado totalmente en esta empresa, olvidando la condición de ser humano que implica a la humanidad. Nos hemos enajenado de lo que significa el trabajo espiritual, individual, para llegar a ser una colectividad que es lo que somos.
Se pueden hacer los mismos estudios, se pueden hacer los mismos proyectos, etc. Con un sentido de procurar el bien colectivo mucho más elevado y respetuoso, del que ahora se practica. Se debe educar desde pequeños para que los valores fundamentales y necesarios para situarse en la felicidad que somos, sea una realidad para el bien de todos.

No podemos seguir olvidando que somos un plano energético, que tiene que ver con nuestro proceso mental, pero que también da origen a un plano profundo de sentimientos que le llamaré espiritual. Por lo que no debemos seguir fomentando solo el mental en detrimento del espiritual, o bien seguiremos sintiéndonos incompletos, inestables y por tanto infelices.

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