viernes, 23 de agosto de 2013

TIEMPO DE VACACIONES


Hoy me apetece escribir de la suerte de tener unos días de vacaciones, y de marcar el ritmo con el que quieres vivir. Levantarte sin que el despertador interrumpa un sueño, hacerlo porque quieres empezar el día como a ti te apetezca: leyendo, andando, sentándote a tomarte un café al fresco de la mañana, o quedándote más tiempo en la cama.
Es formidable ir a la velocidad que tu te impones, hacer las cosas que quieres hacer y que el resto del año te son más difíciles de realizar por falta de tiempo, porque tienes otras prioridades y obligaciones. Tenemos que trabajar, llevar a los niños al colegio, limpiar, cocinar, y un sin fin de cosas a las que estamos obligados con la forma de vida elegida, impuesta, colectiva, socialmente extendida, o como queramos llamarle.
El tiempo de vacaciones es el “kit kat”, la pausa o interrupción, corta pero sabrosa, que podemos disfrutar cada año. No obstante, con los tiempos que corren, económicamente hablando, se puede sacar poco los pies del plato, quiero decir como entenderán, que pocos o casi ningún gasto extra podemos hacer las familias trabajadoras, la antigua clase media del país. Clase media según nos habían ascendido los medios sensacionalistas, la prensa especializada, etc., pero la verdad que sigue siendo la resolución de un sudoku llegar a final de mes con algún ridículo superávit.
A pesar de ello, alguna corta escapada se hace, aprovechando algún que otro alojamiento ofrecido por algún familiar, amigo o conocido, y dice uno: Comer hay que comer en casa, pues el gasto va a ser similar, un poco de gasolina, así que hagamos las maletas. La verdad es que fuera de casa y reunidos con los familiares, amigos, etc., siempre se ocasionan algunos gastos de más: alguna salidita, unas copitas, unos heladitos, ¿y ya que estamos aquí vamos a dejar de ver tal o cual cosa, no vamos a hacer esto o aquello?, al final, uno sucumbe ante la situación y la mirada de los otros, que te ayudan a decidir que hay que dejar algunos euros más de los que gastaríamos estando en casa.
Nada de esto es dramático, tan solo que mientras vivimos a ser mini reyes, otras muchas personas se sienten muy necesitadas, tal vez no sepan ni tengan nada que comer, y en nuestra inconsciencia, y yo lo estoy haciendo en estos momentos, nos atrevemos a gastar un dinero, que en honor a la verdad no nos sobra. En esta existencia, lamentablemente, se dan todos los tonos grises hasta llegar al negro, haciendo el símil referido a las diversas situaciones personales, llegando incluso a la extrema pobreza, y de alguna manera este párrafo significa la vergüenza que en estos instantes siento por mi no solidaridad, y mi autoengaño, atreviéndome a emular a alguien con la economía saneada, habiéndome ido de vacaciones estos días. Y no me refiero, para que nadie se lleve una impresión errónea, a hacer ningún tipo de aspavientos arrogantes o de fanfarroneo de ninguna clase, pues igual que digo una cosa digo la otra, guardo la humildad y el vivir sencillo que me permiten los compromisos que se dan en estas circunstancias.

No me extralimito en ninguna de las parcelas de la vida, al menos lo intento, y por supuesto en el gasto vacacional, trato de que sea lo más ajustado posible, sin roñería. Lo cual y afortunadamente me permite pensar en los demás, y como dije antes, llegar a sentir un poco de vergüenza porque hay muchas personas que no pueden hacerlo. Sé, porque lo he oído en muchas ocasiones, que muchas personas con avidez responden que ese no es su problema, y que ellos no van a sacrificarse porque otros no puedan o no tengan. Del mismo modo son libres de pensar al leer: “ pero tu estás haciendo lo mismo”, y lleváis razón en parte, aunque no suelo ir de vacaciones casi ningún año, pues ni soy viajero ni la situación económica nos ha acompañado mas que para llevar nuestra casa y los gastos contraídos, al día. No obstante, mi satisfacción tras haber accedido a estas cortas vacaciones, es que ni en plena desconexión de la rutina por la acción de la naturaleza que nos rodea estos días, hace que no pueda sentir a los demás, y pueda tomar conciencia de ellos, de sus necesidades, y de mis actos.

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