domingo, 8 de septiembre de 2013

INVASIÓN O JUSTICIA


Cómo castigar a los responsables del uso de armas químicas en Siria, sin castigar a la población, esta es la cuestión que me hago. Primero intentaré percibir la sangre que se ha de tener para dar la orden de usarlas, pues ese mandato va a ocasionar la muerte indiscriminada, como ha sido, de mayores y de pequeños. Evidentemente, la persona con poder suficiente para dar la orden es un asesino en potencia, al que le importa más su cargo, la continuidad en el poder, que la vida de sus conciudadanos. Asesino en potencia es un corto periodo de tiempo, tan corto que se esfuma en el momento en el que comienza a gasearse a la gente, y las personas van enfermando y pereciendo.
Qué gobernante merece seguir en el poder de un pueblo al que destruye, evidentemente, ninguno. Cualquiera que actúe de esta manera tiene que ser juzgado por crímenes de lesa humanidad, por el tribunal de la Haya. Por tanto, obligado a abandonar su gobierno y encarcelado de por vida. Esta supongo debiera de ser, con el derecho internacional en la mano, la correcta forma de proceder, en lugar de la invasión o el bombardeo de los que se erigen en protectores del mundo; porque el daño físico y psicológico sobre la población inocente va a ser inevitable. Ningún país se puede tomar la justicia por su mano, como sucede con los ciudadanos que no podemos, o debemos, solventar los conflictos por nuestra cuenta, para eso están las leyes, y los jueces para aplicarlas, en un estado de derecho y democrático.
Las personas no somos los juguetes de los Estados, tampoco somos un paraguas antimisiles ni se nos repara como si fuéramos mecanos, no se nos recompone de los daños de la destrucción y de los efectos de las bombas. Las personas se traumatizan para toda su vida, para que vivan con miedo el resto de sus días, los que sobreviven, tal vez, vivan con lesiones, amputaciones, etc., hasta el final. Esto no se piensa cuando se les llama daños colaterales, minimizando los atroces efectos de la desgarradora violencia, que genera la guerra.
Nada justifica el ojo por ojo, y diente por diente, pues al final todos tuertos o ciegos, y todos a mal comer o comiendo sopita. A un dictador que dicta una orden de atacar a su población, hay que juzgarle ante el mundo, como he dicho antes, y hay que obligarle a salir de su agujero, pero solo a él, hay que destituirle, apresarle, condenarle y castigarle con la privación de libertad de por vida, cuando haya provocado la muerte de otras personas.
E.E.U.U., el espía del mundo, el invasor de Irak, que mintió al mundo entero con lo de las inexistentes armas de destrucción masiva de aquel país, cuyo interés fue el petróleo, hizo lo que hizo, destruyó a un país casi entero, mató a todos lo que quiso, y ¿ha pagado su error?, no, le salió barato. Formó la de San Quintín, dejó un país que era rico en la miseria más absoluta, porque su objetivo secreto era otro, y de paso se sacó de encima a los que le estorbaban para sus propios intereses.
Por encima del negocio de las armas, del petróleo, del dinero y del poder, están las personas, y es hora de que E.E.U.U., y cualquier otra potencia mundial comience a tomar conciencia para que en el mundo se viva con menos conflictos de intereses. No hay más que eso, unas luchas de poder por las direcciones de los países, gente que quieren hacer las cosas como a ellos les interesa, y una intolerancia hacia los puntos de vistas u objetivos de los demás. Por otro lado están los que no dejan de hacer negocio de esos conflictos, arrimando material bélico a la contienda, como el que arrima palos a la candela para que no se apague nunca. El resultado es que hay países que no dejan de endeudarse con los poderosos, y poderosos que no dejan de ganar dinero con los que se están matando entre sí. A ver si de una vez por todas se prohíbe la venta de armas a terceros, que es como autorizar a que se sigan matando en las calles, aunque irónicamente todos los gobiernos hayan legislado la prevención de accidentes laborales, estos muertos si les importan, pero aquellos no.

Que cada uno se meta en su casita, que somos mayores de edad, y para eso hay unos sistemas de justicias mundiales, y unas medidas a aplicar, para castigar las atrocidades cometidas por los crueles dictadores; pero dejemos que sea la justicia y no la invasión la que devuelva la normalidad a las zonas en conflicto. 

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