lunes, 16 de septiembre de 2013

SER CONFLICTIVO


Si dices lo que piensa, pero no es aquello que la otra persona quisiera oír, eres conflictivo; porque estamos preparados para deleitarnos con lo que deseamos escuchar. Comprendo que es difícil tener que plantear a un colectivo ciertas condiciones, que deban de ser aceptadas por imperativo legal, y claro que alguien cuestione la forma o el contenido fastidia el invento, no facilita la rendición del grupo, hace ver a algunos aquello en lo que no habían caído, y esto da pie a la discusión.
El que tiene poder para imponer, adapta las normas a sus propios intereses, siendo lo cómodo y factible que la parte contraria se someta, en los términos previstos y calculados, sin manifestarse; eso sería lo ideal para el que quiere imponer el modelo, pero no todos pensamos del mismo modo, ni todas las medidas nos parecen a todos igual de justas. Sin embargo, y a pesar de ello, el método de la injusticia unilateral se encuentra my extendido, siendo poco rebatido, generalmente, por miedo a la autoridad y al poder del que trata de imponer sus condiciones.
Tenemos la mala costumbre de estar tirando cohetes, todo el día contra alguien, contra el más débil por abuso, contra el que destaca para tratar de hundirle un poco, etc., pero cuando aquellos que se sienten lastimados por el comportamiento de los otros, y tras largas veladas de presión externa se plantan, dejan de hacer el papel que quiere asignarle el colectivo, trata de poner fin a aquel libertinaje, entonces resulta el agredido un ser antipático, antisocial, intolerante, o definitivamente conflictivo.
Si sigues la corriente marcada por el colectivo, si te igualas a ellos y asumes el rol de la nulidad personal, eres de P.M., pero si eres tú con la misma libertad que cada uno de ellos puede ser ellos mismos, entonces se defienden diciendo que bromeaban, y eres tu el que vuelve a quedar mal a sus ojos. No sabes como acertar al menos que te quedes callado y bailando a su ritmo, entonces eres un tío o una tía cojonudo/a.
Somos muy suspicaces, interpretamos muy subjetivamente, estamos defendiéndonos, atacando para prevenir el supuesto ataque, nos justificamos ante la autoridad, dejamos al de al lado a la altura del betún, somos muy complicados y superficiales. Nos cuesta mucho llamar a las cosas por su nombre, y dar la cara en las situaciones en las que las partes implicadas están presentes. Muchos, en esos casos, acostumbran a suavizar la situación de muy diversas formas, generalmente faltando a la verdad, bien, escondiendo la cabeza,  bien, donde dije digo, digo Diego.
Dejar pasar la mano constantemente, no comprometerse, no ser disciplinado, no implicarse, etc., parece ser el deporte nacional de muchas personas, y claro está, al estar tan extendido tales comportamientos, tratar de caminar recto, disciplinado y con responsabilidad, empieza a ser visto como de bicho raro por muchos de los que componen aquel pelotón. Exigir tus derechos, opinar y tratar de llamar a las cosas por su nombre sin esconder la cabeza, es de incorrecto, impulsivo, y de persona conflictiva.

Tenemos que estar atentos a todo esto, a como procedemos, tener la suficiente humildad para reconocer nuestros errores, la suficiente valentía para dejar de criticar, las suficientes agallas para respetar a los demás, para aprender de ellos, y el suficiente coraje como para empezar a amar a los demás. Debemos tratar de ser un poco más objetivos, y de todo lo dicho yo deseo ser el primero en aprender más. No obstante, hay asuntos que jamás se hubieran resuelto sin el grado de conflictividad correspondiente.

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