domingo, 1 de diciembre de 2013

LEY DE SEGURIDAD POLÍTICA


Hemos llegado a un punto donde habría que decir: “prohibido prohibir”, me pregunto por qué hemos de estar, de algún modo, estabulados por las leyes hechas a medida por los políticos, que no demuestran afinidad alguna con los ciudadanos. Creo que deberíamos ser lo suficientemente responsables como para que no nos tengan que encorsetar como lo están haciendo, claro está, que es diferente la visión de ser responsable que cada uno de nosotros tiene, y ante ello lo fácil para el Gobierno en los tiempos que corren, es sacar una ley de seguridad ciudadana en la que se entremete la privación a expresarnos, si con ello hablamos mal de la autoridad del índole que sea, o sea, una represión en toda regla.
Para mí está claro que esta ley recoge apartados que ya estaban previsto en otras leyes, pero que había que incluir para completar lo que de verdad, este Gobierno, quería legislar: la privación de libertad de expresión, manifestación, y concretando: de cualquier forma de actuación de los ciudadanos, que interpretan pone en peligro o desluce la imagen de los representantes de las instituciones de España. Por lo que sacando lo que ya estaba previsto en otras leyes, y por tanto innecesario añadirlo a esta nueva ley, solo queda un contenido, que habría que haberle llamado: Ley de seguridad de los políticos.
Hemos vuelto atrás en el terreno económico, condiciones de trabajo, etc., e igualmente hemos retrocedido en libertad y castigo, esto se va pareciendo a los tiempos del caudillo y ya solo falta, sin querer dar ideas que los que nos gobiernan las conocen, que fueran a las casas de la gente a sacarlas de ellas y que empiecen a desaparecer. Parece que esto va en ese camino, de verdad que esto horroriza.
El saqueo no se legisla con la misma contundencia, la corrupción se indulta, el fraude fiscal se premia con amnistías, la prevaricación y el cohecho cometido por los políticos, o prescriben o los jueces no lo condenan, o el fiscal del Estado dice no ver motivo alguno para que se condene. Qué nos dice todo esto que está ocurriendo cada día en España, que la justicia no es igual para todos, que se está haciendo un daño bestial a la democracia y con ello al conjunto de los ciudadanos de este país, a los que además se les priva del principio más esencial de una democracia: la libertad de expresión, que es poder decir lo que se quiera o hacer los gestos que se quieran para expresar aquello que se pretende, sin que se utilice la violencia, sin que se agreda a nadie, no faltaría más; pero los políticos quieren dejarnos sin ningún “arma democrática” porque les recordamos constantemente  lo mal que lo están haciendo, como se suele decir: peor imposible.

Es imposible pensar en esa clase de gente que reptan hacia el poder, debatiendo luchas interminables de acoso y derribo de sus opositores, durante años, sin importarles un huevo lo que necesitamos o decimos los ciudadanos. Somos números de votos, eso es lo único que les interesa, ¿se ha visto alguna vez una izquierda arrodillándose a las medidas neoliberales del capitalismo salvaje?, si lo hemos visto, igual que ahora hemos podido ver como llevamos dos años gobernados por un Gobierno ilegal, no votado para lo que está haciendo, ignorando totalmente su programa electoral, para la prevención de este atropello gravísimo, no hay ley alguna que automáticamente saquen del Gobierno a incumplidores como los actuales. Esto no se legisla porque va contra ellos, contra los ciudadanos si se puede, contra ellos no, tampoco se legisla la incompatibilidad de la pensión vitalicia de un expresidente del gobierno, para ejercer otro trabajo en la empresa privada, ni que se eliminen las pagas vitalicias, ni para que se les aplique la reforma laboral al colectivo político, ni para que se deje de manipular a los jueces y fiscales, ni se le nombren a dedo por propio interés, mucho menos para que pierdan el chorro de privilegios que ellos mismos se conceden con respecto al resto de los mortales. España se ha convertido, además de en la cueva de Alí Babá, en el despropósito de la gobernación por lo que más bien se parece a un barco que fuera a la deriva.

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