sábado, 15 de agosto de 2015

MEJOR CALLADOS

                                               Imagen: www.gadu.org


Cuando hablamos, se mueven cantidad de ideas, transitan muchas palabras y no somos grabadoras. No se captan el cien por cien de ellas y no todas tienen la misma importancia para cada interlocutor. Así que cuando cada uno le refiere el contenido a una tercera persona, pone el énfasis sobre términos concretos que para él fue lo importante de lo que se trató.
Si esa tercera persona contacta por separado con los dos interlocutores, observará que cada cual dice cosas parecidas, pero, generalmente, da lugar a interpretaciones diferentes. Así que llego a la conclusión de que comprenderse no es nada fácil y nos sucede a todos en algunos momentos de la vida. Seguro, que con más frecuencia de la que sería deseada.
En otras ocasiones, otra persona nos refiere sus problemas o algún pesar y, libremente, vamos y nos zambullimos en la historia del otro; damos nuestra opinión y aquel se siente agredido o atacado porque lo que hemos dicho no es lo que quiere oír. Hubiera preferido que le hubiéramos seguido la corriente y que le hubiéramos apoyado, así que de cualquier cosita podemos hacer un mundo. Es mejor mantenerse callados, escuchar y no opinar, porque hacerlo por tu cuenta tiene sus riesgos. Y todos incurrimos en esto, tratamos de ponernos al lado del que nos está refiriendo su problema o, sencillamente, damos nuestra versión sin que nadie nos la haya pedido y metemos la pata. A veces, incluso, habiéndonos autorizado nuestro interlocutor, familiar o amigo.
Decir que el otro se sentirá agredido o atacado, quizá, es llevar las cosas un poco lejos; pero observen que se termina discutiendo y haciendo maniobras con el lenguaje porque percibimos que la otra persona se molesta o, al menos, cambia ligeramente el tono de su voz. Todo lo que expongo está a la orden del día, nos sucede a todos y con demasiada frecuencia. Son esos momentos que nos decimos: “me debería haber mordido la lengua” o, “¿para qué tengo yo que meterme en dónde no me llaman?”. Y no es que nadie vaya con malas intenciones, sino que, como dije antes, cada cual da una importancia a una parte de la conversación. También sucede que cada cual interpreta algo diferente de lo que se ha hablado y, en cierto modo a la vista del otro es como tergiversar lo que se quiso decir. Ya debemos de contar con ello, y por eso es mejor estar callados y dejar que las otras personas digan lo que tengan que decir como lo quieran decir. De igual modo, nosotros expresaremos nuestra cosas como mejor sabemos, pero que sepamos que es más que probable que haya que discutir si se trata de defender nuestro punto de vista. Cada cual tiene su punto de vista porque no existe la comprensión completa, su mente y mi mente son diferentes pues se han construido con formaciones y experiencias distintas. Por tanto, los razonamientos no son iguales y entrarán en conflicto tarde o temprano, al menos que nos limitemos a escuchar y ofrecer ayuda; pero ¡cuidado!, que esto es ponerse a favor de una de las partes y hay dos partes, ¿cómo lo va a ver la otra parte?
Cuánto más cercanas son las personas más comprometida será nuestra intervención, mejor escuchar y mantenerse al margen. Cualquier ligera opinión será una excusa para entablar una discusión que más tarde resultará poco agradable.

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