lunes, 31 de agosto de 2015

NO HAGAMOS LEÑA DEL ÁRBOL CAÍDO

                                              Imagen: www.telecinco.es



Sigue el transito bestial de personas, desde lugares potencialmente peligrosos hacia zonas sin conflictos bélicos. Son millares de personas que han dejado atrás todas sus pertenencias y que viajan a pie, en tren o como pueden, con la sola esperanza de ser acogidos en algún país en paz. Son familias completas con sus niños y que manifiestan a la prensa estar agotados, exhaustos. Otros han viajado escondidos en camiones y han perecido en el intento.
Es terrible ver las imágenes de la huida, ves que son familias normales y corrientes, que han tenido que partir con lo puesto, que caminan bajo el sol, sin agua, sin víveres, sin ropas para cambiarse, ¡es duro, muy duro! Familias que proceden de Siria, principalmente, y también de Afganistán, donde la represión por la fuerza de las armas es tan aterradora.
En el camino se encuentran con fronteras de otros países, que tienen que burlar como mejor pueden, muchas de las veces enfrentándose a las agresivas alambradas de concertinas. Pero también a la defensa que hacen los policías de los países que se ven invadidos. Una defensa que hacen lanzando botes de humos y disparos de pelotas de goma, “una recepción de lo más cordial”. Es lamentable como estos millares de personas que huyen aterrorizados, son ahuyentados por la policía y el ejército de los países vecinos, como si de animales se tratase. Ni siquiera los animales se merecen ser tratados de esa forma, menos las personas.
Mientras tanto, hay quien se sienta en una tertulia a defender la idea de que no se les puede acoger, porque ¿quién lo paga? Es triste ver que todo es dinero, que se antepone al trato humano el coste de la acogida. Algunos son millonarios, pero pocos salen al paso y dicen: este mes no me paguen a mí, denle de comer a esas personas. Y cuando digo esto, además de pensar en todos los millonarios, pienso en los que dicen tener la vocación de servicio público. Pienso en esos que dicen que han llegado a la política, a pesar de ganar menos, por su vocación de servicio.
Aquellas personas que huyen de sus tierras, solo con lo puesto, necesitan ayuda urgente. Pero no la ayuda que rápidamente organizan los países vecinos. No necesitan un campamento que les deje aislado en medio de ninguna parte, para que cuando pasen quince días se haya dejado de hablar de ellos y se les olvide. Así hay millones de personas en todo el mundo, hacinados en campamentos, ¿esperando qué?, muertos de hambre, sin sanidad, sin higiene y sin futuro. Esta no es salida, hay que integrarlos en la sociedad moderna de los países desarrollados. Por eso la maquinaria neoliberal de las restricciones, los recortes y la austeridad, en lugar de la expansión y el desarrollo; no lleva a ninguna parte eficaz para las poblaciones. Son las formas de exprimir más a los ciudadanos, creando un clima de competición por los trabajos de muchas horas y mal remunerados. Este es el objetivo de unos pocos, y lo van consiguiendo poco a poco. Será así mientras los ciudadanos sigamos tan dormidos. Somos la verdadera mayoría y, estamos siendo conducidos por una minoría que se ha hecho con el poder delante de nuestras narices.

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