miércoles, 30 de septiembre de 2015

ACERCÁNDONOS A LA EUTANASIA

                                                  Imagen: raguniano.blogspot.com



Ya son muchos años escuchando acerca de enfermos que sufren dolencias graves e irreversibles, y piden que se les aplique eutanasia, sin que sean atendidas sus peticiones.
Muchos de ellos lo han pedido, directamente, los enfermos. Lo han grabado ante las cámaras o lo han hecho por escrito, sin que se les oiga. Cuando esto sucede, en nombre de no se qué sentimientos y legalidad, el enfermo sigue sufriendo cada día. Sufre él y sus familiares, que ven como no hay esperanza ni cura para sus dolencias, sino una vida corta, la que le quede al enfermo, sin calidad de ningún tipo.
La vida, algo tan personal de cada uno, cómo puede ser regida por un código legal impuesto por unos señores, una minoría, que no está padeciendo lo que aquel enfermo. Cómo pueden ser esos señores los dueños de la existencia de nadie, si un enfermo en esas circunstancias lo que desea es poner fin al tormento innecesario que está padeciendo.
Es lógico pensar, que para acceder a este tipo de peticiones, tengan que mediar ciertas condiciones. Por ejemplo: el enfermo ha de pedirlo libremente y sin coacción de ningún tipo, refrendando la petición por algún medio que lo demuestre, bien, mediante escrito, bien, grabación de audio con imágenes. También podrían tomar la decisión sus familiares siempre que al menos tres médicos especialistas, diferentes, diagnostiquen la irreversibilidad del proceso, de la dolencia que el enfermo padece.
Hay formas de enfocar este tema para procurar un desenlace menos doloroso o traumático a los enfermos terminales y, también, para los que no tienen calidad de vida alguna ni posibilidad de que la vuelvan a tener. Se pueden hacer cosas y avanzar en esta materia de la eutanasia para procurar tener una muerte digna, en aquellos casos, en los que los enfermos no deseen seguir viviendo, por padecer procesos graves perfectamente diagnosticados.
Todo, menos esconder la cabeza bajo el ala y tratar de no dar la cara. Las leyes hay que modificarlas por humanidad hacia las personas inmersas en procesos degenerativos graves en sus últimos estadíos, enfermos en coma durante años con complicaciones que hace irreversible su estado, o personas sin movilidad alguna que ya no desean prolongar su existencia en esas condiciones.
No puede ser que las personas no seamos dueños de nuestras vidas. Hay que legislar bien el tema y establecer las pautas y los controles necesarios, para actuar con certeza bajo una petición certificada y fehaciente realizada por los enfermos ante autoridades judiciales y médicas. Cuando el enfermo no puede manifestarse y sus dolencias son graves e irreversibles, cuando así hayan sido diagnosticadas por al menos tres especialistas; los familiares deberían poder realizar la petición de la eutanasia, igualmente, mediante declaración fehaciente efectuada delante de autoridades judiciales y médicas.
Cuando los enfermos tengan movilidad suficiente se podría poner a su alcance un sistema automático que aplicara la eutanasia, en el que haga falta que el enfermo inicie el proceso voluntariamente. Todo grabado y en presencia de autoridades judiciales y médicas.

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