domingo, 17 de enero de 2016

RECUERDOS DE LA INFANCIA Y LA ADOLESCENCIA




Hoy me acuerdo de mis amigos de la infancia y de la adolescencia. Cuando todos éramos niños, acudíamos al mismo colegio, éramos vecinos y compartíamos juegos. Era ese tiempo en el que podías salir solo a la calle a jugar con tus amigos. Ese tiempo mágico en el que cualquier objeto podía formar parte de un divertimento. De un papel hacíamos un avión, de una caja de cartón hacíamos una cabaña, y si había llovido cualquier cosa que flotara era un barco que navegaba por la corrientilla que se formaba junto al bordillo de la carretera. Era el agua de la lluvia que descendía la calle en busca del primer imbornal que se encontrara.
Recuerdo, también, aquella época en la que a todos los niños nos daba por hacernos comerciantes, y con algunas cajas de cartón vacías poníamos en nuestras puertas, en la acera de la calle, un puesto, era así como lo llamábamos, y cada cual ponía alguna de sus cosas a la venta. Unos vendían dibujos, otros ponían soldados e indios, otros cochecitos, etc. Pasábamos los días con nuestra tarea de venta y al final del día habíamos conseguido algunas pesetas. Bueno, fue nuestras primeras experiencias en transacciones.
Eran tiempos en los que cada juego tenía su momento, que ahora no sabría decir. Creo que lo marcaban los quioscos cercanos, pues ponían a la venta los trompos y las trompas cuando había llegado su tiempo. En otros momentos exponían una gran variedad de canicas, las típicas bolas, porque para nosotros eran las bolas. Las canicas se les empezaron a llamar más tarde, cuando las clases sociales se habían refinado y habían mejorado económicamente hablando. Si había llovido, se jugaba a la lima, aprovechando que el terreno estaba blando. Recuerdo que las niñas jugaban mucho a pasear las muñecas en sus carritos, jugaban también al tejo con un trozo de mármol que impulsaban con un pie, dando saltos a pie cojito. Y el juego que creo han practicado más las niñas eran el elástico y el salto a la comba. En el primero, tenían una habilidad para correr hacia él, saltar, dar la vuelta en el aire, encoger las piernas y superar la altura a la que hubieran puesto el elástico, que me dejaba estupefacto. En el segundo, el salto a la comba, se pasaban horas metiéndose en la gran ola que formaba la cuerda que giraba una y otra vez, y las niñas daban pequeños saltos al tiempo que pasaba la cuerda bajo sus pies, ¡qué sincronicidad!
Y cuántos juegos había en los que nos llevábamos horas persiguiéndonos, corriendo o compitiendo: el coger, el escondite, el pañuelito; estos eran los más usuales, además de las carreras en bici, los partidos de futbol, de tenis, el frontón. Recuerdo que para la práctica de cada uno de ellos teníamos el lugar más adecuado: el futbol lo jugábamos en el cruce de Beatriz de Suabia (la calle donde vivíamos) con Rico Cejudo, porque el cruce era más amplio. Para el tenis se marcaba en cualquier lado de la calzada una pista con tiza y a jugar. El frontón siempre era en el callejón San Rafael, que al final tenía una pared alta, ¡era ideal! Para el baloncesto aprovechábamos, como canastas, cualquier saliente que tuvieran los ladrillos de una pared. Si la pelota daba en el saliente, era canasta.
Después fuimos creciendo e hicimos algunas tontería, probamos los efectos del alcohol, nunca olvidaré la pea que cogimos tres amigos en casa de uno de ellos, aprovechando que sus padres no estaban. Creo que probamos todas las bebidas alcohólicas que se encontraban en el mueble bar, bien surtido por cierto, porque lo estaba. Yo jamás había visto tal cantidad de bebidas espiritosas diferentes. Terminamos haciendo competiciones de natación por los suelos. Después nuestros padres se dieron cuenta enseguida tal como nos vieron la cara, o lo lacios que estábamos, ¡qué malitos nos pusimos!
Aquellos tiempos fueron desplazados por los del pantalón de campana ajustado, la zapatilla metida en el dedo gordo, la perillita que comenzaba a crecer, los pelos que los dejábamos más largos, te duchabas más y le entrabas a las niñas. Eran tiempos revueltos, quedaban reminiscencias hippies, ya sabes: “drogas, sexo y Rock and Roll”. Doy fe que así fue, todos lo llevábamos para adelante, nos sentíamos hippies y nos poníamos vacilones: el whiscata, los cubatas y los pitillos, mientras escuchábamos: Deep Purple, Jethro Tull, Slade, Pink Floid, Goma, Triana, Smash o Rolling Stone.
Hubo un momento entonces, en que los amigos de la infancia tomaron su camino y encontré a mis amigos de adolescencia, como nosotros solíamos resumir, eran principalmente los de las ochenta viviendas y los del banco Urquijo, aunque estábamos muchos otros. Hubo juegos de vez en cuando, pero ya éramos hombrecitos, el objetivo eran las chicas y la primera preocupación estar cerca de ellas. Así que hacíamos fiestas todos los fines de semana, continuando la adicción: mucho tabaco, mucho pitillo, mucha música, flirteo con las chavalas que eran lindísimas y mucho alcohol; destrozándonos, en definitiva, pero la juventud podía con eso.
Más tarde casi todos teníamos novia y cada uno se abrió, como se solía decir. Nos fuimos casando y casi nunca nos hemos vuelto a ver. Hoy mi recuerdo es para todos ellos: Antonio Castro, José Antonio Valencia, José Antonio Relúx, Eliseo Ojeda, Carlos Cuetos, los hermanos Briones, los hermanos Peral, los hermanos Espartero, Fernando Requena, Carlos Beck, Los hermanos Vela, mi coleguita: Paco Romero, y muchos otros que seguro se me quedan atrás, un fuerte abrazo para todos ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

CUALQUIER DÍA ES BUENO PARA MORIR

CUALQUIER DÍA ES BUENO PARA MORIR

Mis tres primeros libros

Mis tres primeros libros

SOMOS LA LOCOMOTORA DE LA CORRUPCIÓN DE LA UE

SOMOS LA LOCOMOTORA DE LA CORRUPCIÓN DE LA UE
Volumen 1, 2 y 3

NOVELAS CORTAS DE FICCIÓN

NOVELAS CORTAS DE FICCIÓN

CRÍTICA SOCIAL-POLÍTICA 2016

CRÍTICA SOCIAL-POLÍTICA 2016

TRABAJO INTERIOR

TRABAJO INTERIOR

UN POCO DE MÍ

UN POCO DE MÍ
Críticas y soluciones