lunes, 22 de agosto de 2016

UN OPERARIO QUE NO PENSABA EN NADIE




Esta mañana estuve en el complejo hospitalario Virgen del Rocío de Sevilla, edificio de traumatología, y para más señas en la segunda planta. Estuve esperando un médico con quien tenía que comentar unos detalles sobre la enfermedad de un familiar. Cuando me dirijo a los ascensores, porque iba con mi padre que tiene ochenta años y quería evitarle las escaleras, nos encontramos un numeroso grupo de personas frente a las puertas, y las luces indicadoras de la dirección en la que marcha el ascensor, la misma que señala que se requiere acuda a esa planta, encendidas. Esperamos unos cinco minutos y los ascensores no llegaban, solo funcionaban los dos de los extremos, porque el del centro lleva todo el verano averiado, con un cartel en el centro de su puerta, advirtiendo de estar fuera de servicio.
No nos quedó más remedio que subir por las escaleras, y como habíamos entrado por la planta semisótano, debimos de subir dos tramos por cada planta, o sea, seis tramos para alcanzar la planta segunda. Cuando llegamos pudimos ver qué sucedía en los ascensores, el señor que reparte unos recipientes verdes y altos, como de 1 metro de altura, tenía medio ascensor lleno de ellos, más llevaba una especie de carretilla donde portaba algunas bolsas de plástico marrones. El operario andaba, por ambas alas de la planta, llevando bolsas y recipientes de un lado para otro, pero como no pensaba más que en su trabajo, dejó la carretilla y una caja de cartón obstaculizando la célula fotoeléctrica para impedir que el ascensor se cerrase. El resultado es que pudo estar, aproximadamente, media hora el ascensor inutilizado en aquella planta, el del centro de los tres averiado con su cartel anunciador, y el tercero, único ascensor en servicio del edificio subía y bajaba hasta los topes, por lo que nadie podía entrar en él cada vez que hacía una parada en la planta.
En lo público es muy corriente que sucedan estas cosas, no hay jefes que llamen la atención y los operarios o trabajadores van a lo suyo y a lo que les resulte más cómodo. Pocos miran por la gente, que después de todo somos los que aportamos dinero con las retenciones de nuestras nóminas y los impuestos que se abonan.
El operario iba y venía, siendo incapaz de pensar en los demás usuarios del centro hospitalario. No se le ocurría liberar el ascensor e ir acumulando los recipientes y las bolsas en la carretilla, pero fuera del ascensor. Entonces se hacían las cosas bien, no se molestaba a nadie, no se anulaba la capacidad del edificio, y cuando se hubiera terminado, que hubiera llamado al ascensor y cuando hubiera acudido, lo hubiera cargado y hubiera seguido su ruta de trabajo.
Estuve tentado en varias ocasiones de quitar la caja de cartón y sacar el carro, para que el ascensor hubiera seguido dando el servicio para que el que fue diseñado, pero pensé que si ningún responsable le llamaba la atención y el operario trabajaba de ese modo cada día, ¿qué iba a solucionar con que un día hiciera yo aquello? De nuevo, solo me sirvió para ver que hay mucha gente que no está preparada para vivir en sociedad. Existe demasiado egoísmo en las acciones de algunas personas como ha sido el caso de este operario, y mucha pasividad de unos responsables inexistentes, que solo ocupan cargos para llevarse un abultado salario.

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