martes, 13 de febrero de 2018

TE ECHO DE MENOS AMIGO




Tengo un amigo, que no nombraré para preservar su intimidad, con el que los últimos veintitantos años hemos sido, como se suele decir, uña y carne. Nos hemos entendido a las mil maravillas, nos hemos querido como hermanos y, además, sin habérnoslo propuesto cantidad de personas en todo ese tiempo, nos han confundido, nos decían que si éramos hermanos. Le tengo muchos días en mi mente, vive, pero es complicado comunicarse con él, hace tres años se vio afectado por unos mareos que desembocaron en ciertas perdidas de la razón que se alternaban con periodos de lucidez, que han ido confluyendo con cierta dificultad en los movimientos y, sobretodo, en un sufrimiento infinito, principalmente, para él que siempre ha referido no saber qué le sucede, pero que hay algo o se ha metido en algo en él que no le deja vivir ni descansar, así se ha expresado siempre. Ha costado mucho que le dieran un diagnóstico, le han hecho decenas de pruebas, ha pasado por diferentes especialistas, han usado técnicas diversas para concluir en que padece un Parkinson asociado a una demencia con lagunas de Lewis y, creo que me refirió su esposa y amiga, quiero recordar que con otra dolencia más… así no levanta cabeza. Le ponían un tratamiento y empeoraba, al final los mismos médicos han decidido no medicarle porque dicen que con sus males lo que le va bien a una de las dolencias le hace empeorar de las otras, o sea, que mejor sin pastillas.
El caso es que se consume, ha tenido periodos en los que ha comido desmesuradamente, casi todo el día pero no engordaba ni un gramo, sino todo lo contrario. Ha sufrido estos últimos años ansiedad casi todos los días y a casi todas las horas, no podía parar sentado ni un minuto se tenía que levantar constantemente, no se podía poner frente a una pantalla ni de ordenador ni de televisión, porque se ponía más tenso y nervioso. No podía dormir, se pasaba las noches acostándose y levantándose una y otra vez hasta llegar la mañana, dormía a ratos, cuando su cuerpo se rendía, pero solo cortos espacios de tiempo. Ya lo ven ustedes, eso no es vivir, ni él ni los que le rodean… nos parece increíble cómo se puede deteriorar tan aceleradamente la mente de una persona y su cuerpo en general, no nos parece comprensible pero ahí está, luchando cada día sin conocer a su enemigo, una batalla que ojalá pudiera ganar pero que creemos no tiene vuelta atrás. Cuando por fin se le ve un día más tranquilo ese es el consuelo que nos queda, todos decimos con alegría: hoy, al menos, está tranquilo.
Tres años han sido suficientes para dejar a una persona, relativamente, joven, fuera de juego. Está, se le quiere, se le besa y abraza, pero vive, desgraciadamente, una frecuencia diferente… duele verle así. Recuerdo las horas que hemos vivido juntos, las cosas que hemos hecho juntos, los paseos que hemos dado y las largas horas de conversación sobre el crecimiento interior, la realización, etc., temas que compartíamos y de los que tanto disfrutábamos. Todo eso ha quedado atrás, nos ha sido arrancado de cuajo por la circunstancia que nadie entiende cómo se inicia, por qué sucede, y sobretodo, con la celeridad con la que se propaga o destruye. No sé cuánto tiempo te tendremos entre nosotros amigo, pero que sepas que te he querido de verdad como decían las gentes: como si fuéramos hermanos… ¡te quiero hermano!

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