viernes, 21 de diciembre de 2018

CADA DÍA ES MÁS DIFICIL CONVIVIR EN PAZ



De lo que voy a hablar a todos os sonará como casos aislados que todos hemos tenido oportunidad de observar en el día a día, pero que hoy es inquietante… ¡pongan atención!, no me refiero atención a mí sino a lo que está sucediendo ahí afuera.
En estos últimos días hay un nerviosismo inusual, podemos también llamarle impaciencia, intolerancia, la gente está arriesgando, es más impulsiva, más egoísta, si va conduciendo se cuela en cuanto ve el más mínimo hueco. Lo puedes prever, ves por el espejo retrovisor que se aproxima alguien, intuyes: “éste va a pasar apenas tenga o crea tener espacio”…¡efectivamente!, no te deja reaccionar, se mueve un poco el vehículo de delante y mete el morro de su coche. Ayer llegaba a una rotonda, la señora de al lado leía whatsapp en el móvil mientras conducía, la voy rebasando, la miro, ella a lo suyo, nos vamos a incorporar a una vía y veo por mi espejo retrovisor derecho que ha dado un acelerón que casi le hace golpear mi coche, tuve que ceder para que no ocurriera. Tengo una sensación que explicaría de la siguiente forma: es como si se le tuviera que dar la razón a los que lo hacen mal. En uno de los sitios que fui a aparcar ayer era una calle abarrotada de coches, vi un hueco para estacionar, era un espacio de estos que se le come a la acera para dejar el coche reglamentariamente; no puedo dejar de mencionar lo de reglamentariamente porque así era: disponible, sin placas que lo prohibieran, etc., pero se me acerca un vecino de la zona para recomendarme que no lo hiciera porque es el sitio por donde una docena de coches mal aparcados, subidos a unos jardines colindantes a la acera, entraban y salían. Era extraño aquel solitario aparcamiento libre, pero una vez más, aparcar en un lugar destinado para hacerlo estaba mal porque toda aquella gente mal aparcada podía destrozarme el coche, como refirió el vecino.
Otra de los últimos días: voy a urgencias del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, es la cuarta o la quinta vez en las últimas semanas, acompaño a mi padre que sufre un dolor que le coge parte de la pierna, ingle y cintura. Como erala cuarta o quinta vez, llegué bastante indignado para que voy a decir lo contrario, la enfermera que nos atendió en el Triage, lo capta en seguida y se pone totalmente a la defensiva cuando lo que tenía es que averiguar por qué mi padre sufre ese dolor que no remite ni con morfina. ¿Queréis creeros que de nuevo salimos de allí sin saber qué le ocurre a mi padre? La médico se zafó diciendo que mi padre necesitaba una resonancia y que la tenía que pedir el médico de su ambulatorio, esa fueron sus palabras. Sin pasar por alto que llegó a esa conclusión tras discutirle mucho que a mi parecer lo que sufre mi padre es un pinzamiento de un nervio en alguna vertebra de la espalda… ¡es increíble la inutilidad de haber acudido cuatro o cinco veces a urgencias del hospital! Ayer tarde fuimos a la consulta de la médico de mi padre, y la doctora dice que cómo nos han podido decir aquello cuando saben que los médicos de familia no pueden solicitar resonancias, a lo sumo pueden remitir al paciente a un especialista, pues son ellos los que sí pueden pedirlas. De nuevo, este caso se suma a lo que vengo percibiendo: a la cara dura y la irresponsabilidad que parece diseminada por todos los lugares. Lamentablemente pasamos por unos tiempos en los que mucha gente necesita que se la esté vigilando para que las cosas se hagan correctamente. Son tiempos en los que hay que ejercer la protección de tu espacio porque te ningunean o te invaden. La calle es una jungla en la que zampan a sus anchas los depredadores y los ventajistas que marchan con cierta agresividad contra el resto de las personas. A veces vas por la acera y te encuentras con un ciclista que transita por la acera no por un carril bici, y comenzáis a tratar de quitaros de la dirección que lleva el otro para no colisionar, pero lo que lamento es que en esos momentos de vacilación el ciclista no ponga fin al pedaleo con el propósito de ceder el paso al que tiene todo el derecho: el peatón que transita por la acera. Es ese discernir, esa conciencia de la jerarquía de derechos, el que se está perdiendo dando lugar a enfrentamientos totalmente evitables con el uso del raciocinio y el sentido común. La gente que saca a su perro y te suelta la mierda delante de tus narices en plena acera, mira como su perro deja el regalito, porque se suele parar a ver que lo ha hecho bien, y sigue andando que ya vendrá alguien despistado y la repartirá por toda la acera. En días posteriores paseas y llegan unos olores a porquería y pipí que no es normal, ¿qué estamos haciendo de la convivencia?


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