¿DEBIERA DECIR: FELIZ NAVIDAD?

Tras la cena de ayer veinticuatro, cuando el ambiente se distendía, me levanté con mi móvil en la mano y la web seleccionada de mi blog; tenía la intención, como hice, de leer a todos el escrito que ayer colgué. Primero mostré la foto a todos y sus caras comenzaron a hablar por ellos, era esa foto de cabecera del escrito, eran varios niños en los huesos y sus barrigas hinchadas, eran niños que necesitan alimentarse, eran niños, que seguramente, van morir o enfermar en breve, o que lo hicieron poco después de ser fotografiados, vaya usted a saber. Los asistentes a la cena en casa, familiares, manifestaban de diferentes formas que les estaba aguando la fiesta, ellos todos con sus estómagos llenos de marisco, chacina ibérica, jamón, empanadas de dátiles y de salmón, etc.; a pesar de todo empecé a leer el escrito en voz alta, y poco a poco el ruido en contra se apaciguaba aunque tuve la sensación de que a casi nadie interesaba lo que les hacía llegar a sus oídos. Lo que yo leía chocaba de frente con lo que celebrábamos tan divertidamente y con tantos platos de comida por delante, mas entiendo, que la fecha era crítica o extraña para hacer retornar a la gente que se divierte y está en esos momentos en el exterior, a su interior. Era tarea complicada ni siquiera intentarlo, pero yo cuando lo escribí me comprometí en hacer un brindis por los que más sufren y por los que menos tienen, y así lo hice, era la forma que convine conmigo mismo de tenerles presentes.

Ya sé que por unos minutos fui el aguafiestas, pero se lo debo a la humanidad, tengo que tenerles presentes porque ellos, esas personas que padecen por hambre o enfermedad, están en mi mundo, tal vez no en el de usted, pero no porque no estén sino porque usted no se acuerda de ellos, les ignora y así se siente mejor. Volvamos a hacernos consciente de que a pesar de toda la comida que hemos puesto en nuestras mesas, millones de personas no comieron anoche o solo se llevaron a sus bocas lo que la caridad les proveyera, tal vez, un trozo de pan encontrado y, probablemente, en otros miles de casos ni siquiera eso porque vivan en lugares donde no hay basuras en las que rebuscar… ¡esto es duro! ¿Qué autoridades del mundo se están preocupando de todo esto para que no vuelva a suceder ni un solo día más? Todas esas mismas autoridades están celebrando comidas extraordinarias por cientos de motivos diversos, a veces les llaman de trabajo, otras para recibir a tal o cual personalidad, pero lo cierto es que las mesas se llenan de los más variados manjares mientras que millones de personas no tienen nada que llevarse a sus bocas. Hablamos de la injusticia mundial más horrible y, a la vez, de una necesidad primaria, esencial, hablamos de alimentarse.

Hoy veinticinco, un día al que llaman Navidad, volveremos a reunirnos, ya saben el veinticuatro en casa de unos, el veinticinco en casa de otros, el treinta y uno es otro el punto de reunión familiar, y así va esto. Hoy las mesas se decorarán y nos volveremos a sentar alrededor a comer más de lo que debiéramos, a beber más de lo que tolera el cuerpo por lo general, y trataré de brindar por los que más sufren y por los que menos tienen, en contraposición a lo que desean casi todos, que suelen aprovechar el brindis para desear por ellos mismos y por todos los que están acompañándoles en la comida. Es mi forma de no perderles de vista, de que mi sentimiento y mi pensamiento, mi conciencia esté un poco más cerca de esas personas que viven al límite de la vida o, más bien, tan cerca de la muerte, olvidadas por el mundo de la opulencia y el consumo. Un primer mundo que consiente que haya un escaparate tan triste y lamentable, al tiempo que se cruza de brazos para verles morir. ¿Ahora, debiera decir: Feliz Navidad?