Al mismo político con el que
hablaba el tema del empleo que redacté en el escrito anterior, le propuse que
lo que hacía falta es crear un grupo de pensamiento para hacer propuestas que
se salieran de la línea oficial o legal, pues si todo se hacía siempre de la
misma forma, los resultados no iban a cambiar. Lo primero que me dijo es:
¿quién paga esto?, le respondí: no todo se hace por dinero, se puede hacer por
la sociedad, por todos y no hace falta cobrar. Añadió: entonces no va a venir
nadie, le volví a responder: yo sí. Y se quedó un poco pasmado.
Comprendo que estamos en tiempos
tecnológicos, científicos si queréis, pero hace falta pensar, construir desde
el pensamiento, idear cosas nuevas, después de todo cualquier avance tecnológico
o científico, salvo los que ocurren por sorpresa o casualidad pues muy
posiblemente se está buscando otra cosa y se topa el científico con un
resultado sorpresivo y positivo para otras aplicaciones, han sido pensadas con
anterioridad.
Hace unos meses tuve oportunidad
de hablar con varias personas del partido de IU de mi localidad, me llevo bien
con ellos, tengo amistad y les aprecio, pues les planteé lo mismo a la vista de
que hay tanto por hacer; ¿por qué no nos reunimos un grupo de personas para
idear, para pensar en soluciones o actuaciones para el bien de la población?
Esas personas lo recordarán, si no es así, se lo refresco, fue el día que
volvíamos en el autobús todos juntos de haber apoyado la última manifestación en
Sevilla de la Marea Blanca. Lo propuse, como ahora se lo he hecho a este otro
político, que sé que defienden colores diferentes, porque ese detalle para mí
es insignificante cuando se anteponen los problemas de la gente. Estoy
convencido de lo necesario que es dejar de actuar todo el día como una máquina
siguiendo unas normas establecidas, porque las normas encorsetan y persiguen
los intereses de aquellos que las instauraron. Igualmente, pienso que hay que
desobedecer muchas de esas normas que son contrarias al bienestar de la
ciudadanía y al progreso de las clases más bajas. Eso es difícil hacerlo cuando
te han lavado la cabeza con falsas democracias, con ser un político democrático
y constitucional, y con la obligación de cumplir unas leyes injustas, como son
muchas de ellas. Hay que sentirse libre de colores y no pertenecer a ninguna
organización subvencionada para contar con la total libertad de pensar lo que
se quiera sin cohibiciones, sin presiones externas. Desde esa tribuna se pueden
proponer soluciones reales a los problemas, no soluciones mediatizadas con el
cumplimiento de las ficticias reglas del juego, que dicen los políticos se han
dado y de las que se jactan de hablar para comprometerse con el negocio común
en el que han convertido una actividad que debería ser tan creativa, como
hermosa y satisfactoria.
Primero hay que sentirse libre para
pensar y proponer, algo que no todos pueden ni se permiten, no vayan a parecer
anti sistemas, utópicos, pero sobre todo, no vayan a arreglar los asuntos y
comprueben que sí se podía hacer algo diferente sin que se desplome el edificio.
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