lunes, 26 de octubre de 2015

DESAFIO A LA MEDIOCRIDAD

                                                      Imagen: www.heraldo.es


El tiempo ya ha cambiado, llueve y han bajado las temperaturas. No dejo de pensar en los refugiados, en las miles de personas abandonadas a su suerte en medio de ningún lugar. Es un crimen el que están haciendo todos aquellos países que le niegan ayuda o medios para que puedan protegerse de la inclemencia del tiempo. Igualmente, es un crimen cerrarles el paso en sus fronteras y no dejarles transitar libremente hacia los países de destinos.
Es un crimen no auxiliarles o no acogerles. Nos hemos deshumanizados y esto no puede seguir así. Hay miles de personas que van a enfermar y, posiblemente, va a morir de frío o por falta de alimentos y agua.
No nos vale cuando los gobernantes retan a la población con la cuestión: ¿Por qué no los acoges en tu casa? Porque cuando un país los acoge, sus ciudadanos los están acogiendo. El país y los recursos no son de los políticos o dirigentes, son de los ciudadanos, y si los ciudadanos deciden compartirlos con los que llegan, los políticos no son nadie para oponerse o decir lo contrario. Seguimos como siempre, los políticos se han creído que el país y las instituciones son su cortijo particular. También se han creído que los dineros públicos son parte de sus ahorros y dineros para hacer negocios particulares o financiar a sus partidos.
Al margen de esto y retomando el verdadero sentido de este escrito, hay que volver a centrarse en esas personas diseminadas por tierras europeas, que huyen de una muerte segura en sus países de origen y que están bajo el cielo raso, en condiciones que pueden hacer peligrar la salud de todas ellas. Ya está bien de tantos intereses monetarios. Acojo si la UE suelta pasta, ¡no señor!, tiene usted que acoger porque su pueblo así lo desea y porque es humano hacerlo. La voluntad de los políticos se ha de doblegar de una vez por todas ante lo que decidan los ciudadanos, y no al contrario. La sociedad es nuestra, el Estado no es nada sin que nosotros lo mantengamos, y el sentido de que existan es gestionar nuestras pretensiones para conseguir una sociedad más justa para todos.
Ya está bien de tanto oír a los grupos poderosos, los G7, G8, G20, Bildelberg y toda esa gentuza, que nada o poco tienen que ver con los ciudadanos, pero que están marcando las pautas de convivencia que más les interesan, económicamente hablando. A los ciudadanos nos interesa el pleno empleo, una buena sanidad, una buena educación, vivir en paz y tener una buena gestión de lo que es de todos. A los ciudadanos de bien nos interesan otros valores diferentes a los que fomentan aquellos grupos embriagados de dinero.
La gente está antes, la vida de las personas tiene prioridad a los beneficios monetarios. La sociedad no se puede regir para procurar las ganancias de unos pocos o los negocios turbios de algunos en colaboración con los que son nuestros empleados públicos. Hay que castigar enérgicamente y ejemplarmente a ese tipo de gente indecorosa. La gente de ese tipo que se quede en casa o se dediquen a sus asuntos privados, pero que se vayan y dejen las Instituciones para gente impecable, gente con corazón.

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