sábado, 6 de febrero de 2016

EL CUENTO DE NUNCA ACABAR

                                           


Erase una vez un país en donde todos los de trajes robaban. Ninguno de ellos se dedicaba a trabajar para el pueblo sino que empleaba su tiempo en hacer negocios a espaldas del fisco. Todos decían que antes de ser nombrado a dedo, ganaban más dinero, pero ninguno se marchaba sino que preferían seguir robando.
Los habitantes de aquel país llevaban cuarenta años pagando dos o tres veces lo que valían las obras que hacían. Debían ser tontos, porque con esos trajeados, el ladrillo y el cemento lo pagaban más alto que cualquier mortal. Sus obras eran las más caras del Planeta. Claro, que al mismo tiempo que hacían obras, los trajeados se enriquecían más y hacían campañas más pomposas.
En ese país los trajeados siempre hablaban de democracia, pero llevaban cuarenta años dando cargos a dedo, todavía se pelean para que se instalen las primarias o para que se haga una ley electoral justa. Hablaban de democracia, se les llenaba la boca, pero tenían pavor a que los pueblos que componían ese país, votaran.
Los trajeados de ese país tenían tan poca catadura moral y tan poco corazón, que robaban los dineros que venían para paliar las desgracias sociales que ellos mismos habían generado con su pésima gestión. ¡Un trajeado de esos, se llevó el dinero que era para ayudar a pueblos pobres de Latinoamérica! ¡Otros trajeados robaron el dinero que llegó para las personas desempleadas que no tenían ingresos! ¡Y otros trajeados, robaron los dineros que venían destinados para la formación de personas, igualmente, desempleadas!
En ese país los trajeados le llamaban estabilidad a esa situación de latrocinio continuado. También era estabilidad para ellos hacer lo que les salía del bajo vientre, o imponer a base de decretazo los consejos de sus amigos los empresarios, banqueros y políticos extranjeros que nadie había votado en ese país, en lugar de escuchar a los ciudadanos.
En ese país se dio en llamar: “Crecer económicamente más que nadie en Europa”, a que los ricos hubieran aprovechado la crisis para ser más ricos, y que los pobres fueran más, y mucho más pobres. Los trajeados se habían cargado a la clase media de ese país y todos los derechos de los trabajadores. Mientras hicieron todo eso, los dineros se lo estaban llevando a espuertas a paraísos fiscales, en bolsas de basura o en maletas, y en billetes de quinientos euros.
Casi al final del cuento grabaron un video para decir que habían tenido poca piel. Lo que no habían tenido es ni un ápice de vergüenza. Los trajeados de ese país llevaban cuarenta años haciendo leyes, que ellos mismos se la saltaban a la torera. Sus amigos los jueces miraban hacia otro lado o les imponían las penas más livianas. Pero fue tal el escándalo de corrupción en aquel país, que el que “mandaba” tuvo que reunirse con todos ellos para advertirles de que a partir de ahora ya no se dejaría pasar ninguna. ¡Qué lástima, se les acababa el chollo a partir de ahora!, ¿antes qué?... y colorín colorado, este cuento no se ha acabado… me apuesto lo que sea.

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